A veces charlo con el amor, siempre en días de lluvia y siempre debajo de un paraguas negro. Él ya no me promete nada nuevo. Solo habla del pasado; de cosas que convertí hace ya mucho tiempo en poemas. Yo siempre le respondo cansado. Le insisto en que ya he visto todas las señales de tráfico del amor. Él fuma. Suelta humo bajo el paraguas. Ríe gris y se va cuando ya no sabe de qué más hablar. He hecho una nueva amiga. Tiene 18. Se coge al sillín de mi bici yendo en patines. ¡Socorro! ¡Una chica de 18 se ha enganchado a mi bicicleta! La gente sonríe al mirarnos. Chicas así, jóvenes, bonitas. Chicas sobre las que la vida aún no ha apagado ningún cigarrillo son las únicas flores de verdad que puede haber en una ciudad. Quiero preguntarle cosas. Muchas cosas. Me apetece convertirme en un sabio de ella. Vamos al camino de la playa. Allí está la funeraria en donde enterraron a mi abuelo y a mi abuela y, aunque el horno crematorio está en otra parte, s