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Mostrando entradas de agosto, 2017

Continuando

A veces charlo con el amor, siempre en días de lluvia y siempre debajo de un paraguas negro. Él ya no me promete nada nuevo. Solo habla del pasado; de cosas que convertí hace ya mucho tiempo en poemas. Yo siempre le respondo cansado. Le insisto en que ya he visto todas las señales de tráfico del amor. Él fuma. Suelta humo bajo el paraguas. Ríe gris y se va cuando ya no sabe de qué más hablar. He hecho una nueva amiga. Tiene 18. Se coge al sillín de mi bici yendo en patines. ¡Socorro! ¡Una chica de 18 se ha enganchado a mi bicicleta! La gente sonríe al mirarnos. Chicas así, jóvenes, bonitas. Chicas sobre las que la vida aún no ha apagado ningún cigarrillo son las únicas flores de verdad que puede haber en una ciudad. Quiero preguntarle cosas. Muchas cosas. Me apetece convertirme en un sabio de ella. Vamos al camino de la playa. Allí está la funeraria en donde enterraron a mi abuelo y a mi abuela y, aunque el horno crematorio está en otra parte, s

El incendio

Siempre pienso mucho en él. Pero últimamente, pienso más que mucho en él. Es lo que tiene vivir en donde él vivió; mucha gente lo conocía, mucha gente me saluda solo porque fui (y soy) soy nieto. Este poema no habla, como el de Annie, sobre el fuego; sino sobre el humo. Sobre las personas que son tan largas que siguen existiendo después de haber dejado de existir. Creo que este es el mejor poema que he hecho sobre mi abuelo. El incendio Ayer se incendió la fábrica en donde mi abuelo se pasó toda la vida trabajando. Bela me llamó. ¿Estáis bien? La nube tóxica había salido en las noticias: Era muy negra y musculosa. Si hubiera estado vivo mi abuelo habría ido a presenciar el incendio . Habría ido porque él era un hombre que nunca había sabido tratar a las cosas como si solo fueran cosas: Hablaba con su coche mientras le cambiaba el aceite. Acariciaba los prismáticos antes de devolverlos a su funda. Cuando terminaba de zurcir un calcetín, se llevaba e