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Mostrando entradas de 2019

Las partes de mí

El hijo de la Montse es igualito que la Montse. La gente que apenas nos conoce siempre dice eso. Y a primera vista, es verdad. Mi madre y yo no solo tenemos la misma cara, sino que también tenemos la misma voz pastosa y la misma letra encorvada y monstruosa. Y sin embargo, de mi padre tengo todo lo demás. Los andares, la bebida, la violencia siempre contenida, pero siempre a punto de pasarse de la raya. Los ademanes tan toscos, que la gente duda entre si debe dejarme o no jugar con los niños. Y lo peor de todo es que ambos tenemos el mismo mechero con el que le prendemos fuego a todo enseguida.

Espacio publicitario

Si alguna vez me publican, cerraré mi blog de poesía con la siguiente entrada:
 “Cerrado por triunfo”. 
Después, cuando cobre fama, cuando mis lectores ahuequen sus manos sobre el oído de sus amigos y les digan: “tienes que leer a este tío” llamaré a los de Damm y me ofreceré para hacer spots para ellos. Tengo varias ideas. Por ejemplo: un tío o una tía se pide una Voll-damm se la sirven, prueba un sorbo, sonríe con cierto arrobo, aparta la cara y la cámara funde a negro:

 Voll-damm convierte lo normal en una celebración. La otra opción es que aparezca yo. Iván Legrán, el poeta, le da un sorbo a una Voll-Damm y hace lo que siempre hace cuando prueba una: sonreír, suspirar, alejar un palmo la botella para volver a leer la etiqueta como si allí fuera a encontrar por fin una explicación de por qué se produce esa sensación de reencuentro. Porque hay un reencuentro: es entre yo y el yo más feliz violento y vulnerable que existe. Porque a vece

Listar las cicatrices

Por el momento, no tengo tantas cicatrices como pensaba. No me da para manufacturar una horología personal ni detallada. Pero me apetecía empezar un listado con las cicatrices que tengo por el cuerpo. Pienso que a medida pasen los años será interesante ir ampliando el listado para elaborar un catálogo con todo lo que me va haciendo el paso por el tiempo. 1 De cuando me operaron los Decepticons Llevaba dos días sin ir al baño. A la hora del patio, me arrastraba por el colegio doblado y con las manos sobre la barriga mientras me seguía una camarilla de compañeros que me decía que no me preocupase porque ellos habían tenido dolores de barriga peores. Mi abuelo me llevó al hospital en su coche. Me hicieron un tacto rectal y empecé a gritar para que viniera mi abuela a expulsar a esa caterva de doctores asegurándoles que ella podía curarme con unas friegas con aceite en el vientre. Tenía una apendicitis que estaba a punto de cruzar la línea de meta para ser una peritonitis, así que me opera

Un gran silencio

Irene y yo fuimos amigos durante más de 10 años. Hace más de uno que ya no nos hablamos y nunca le hablo de ella a nadie. A veces me sorprendo tarareando alguna de las canciones que ella y yo nos cantábamos cuando íbamos juntos por la calle. Cuando me pasa eso me doy una bofetada mental y trato de pensar en cualquier otra cosa. No escribo poemas sobre ella y cuando, de tanto en tanto, sueño con ella tampoco se lo cuento a nadie, como si para mí el amor fuera un pan que yo tuviera que comerme en secreto. Me hace mucha gracia que Andrea se llame Andrea porque el novio de Irene se llama o se llamaba Andrés. A veces una mano me aprieta el cuello pensando que podríamos estar los cuatro en un bar riéndonos de que Andrea se llame Andrea y Andrés, Andrés. El otro día soñé con ella, con Irene: Yo estaba en un bar con un amigo tomando una cerveza y entonces ella entraba de repente. Ambos nos reconocíamos pero evitábamos mirarnos y saludarnos; como cu

Relojes

Qué coincidencia. En nuestro primer aniversario, Andrea me ha regalado un reloj y yo le he regalado otro a ella. Ella me ha dado un Vostok Komandirskie. Es un reloj que usaban los comandantes rusos. Es un reloj feroz, eficaz y agresivo, hecho para durar y ser bonito a pesar de los arañazos del día a día. Del mismo modo, Andrea y yo esperamos que nuestro amor dure y sea bonito a pesar de los arañazos del día a día. Como mi madre ha empezado a ver que me gustan los relojes hoy me ha dado el último que usó mi abuelo. Yo nunca me había atrevido a preguntar por él porque soy tonto y pensé que mi abuelo lo llevaría puesto mientras metían su cuerpo  en el horno crematorio. Lo curioso es que yo apenas recordaba el reloj, pero ahora que he vuelto a verlo me he acordado de cómo mi abuelo fruncía el ceño y apretaba sus espesas cejas de búho mientras se fijaba en la hora. Cuando mi madre me lo ha dado me he sentido agradecido como un viajero al que le

La ventana

La gente cree que los poetas somos tímidos como lo son los asesinos en su vida cotidiana, cuando no asesinan, cuando solo son vecinos que pasan totalmente desapercibidos. Sin embargo, yo siempre estoy bebiendo cervezas y diciendo gilipolleces. En parte lo hago para que tú te conviertas en una fumadora pasiva de mi alegría. Tú y yo no somos personas a las que la vida les vaya a ir especialmente bien. Somos personas que aspiran a lo normal, a la medianía, a cometer la heroicidad de dedicarnos una media sonrisa de consuelo en mitad de un funeral. Por eso no quiero viajar ni hacer cosas excepcionales, porque no soy excepcional y prefiero concentrarme en celebrar la psicomotricidad fina con la que a veces tú y yo nos acariciamos la cara o nos damos un beso en la mejilla. Esa es la vida de los vivos y es la vida que siempre intento apresar en mis poemas. El otro día soñé con que una tribu de caníbales me perseguía y me daba caza. Por suerte recurrí al viejo truco de las películas malas: -Eh,

La noticia

Pasada la media noche fue una chica del personal de limpieza quien halló muerta en su lecho a mi abuela. Todos en aquel centro conocían a mi abuelo y temían, por su salud, despertarle y darle la noticia, así que prefirieron llamar a una de sus hijas. ¿Qué hacemos? Era de noche y hacía frío. Conspirábamos con la pena en el rostro y con las manos en los bolsillos. Como nos salía vaho de la boca parecíamos personajes de cómic hablando a través de bocadillos. -¿Lo llamamos? -¿Esperamos a mañana? -¿Usamos nuestra llave, entramos en su casa, lo despertamos con cuidado y se lo decimos? Ganó la última opción por mayoría absoluta, así que fuimos hasta su casa y nos apiñamos detrás de la puerta como si fuéramos un grupo de aprendices de hada a punto de hacer una buena obra. Giramos la llave y en completo silencio allanamos el piso de mi abuelo. Al entrar nos recibieron las cosas buenas de siempre. Los retratos de mis abuelos cuando eran jóvenes y un mont

Cuando me siento en un bar con Andrea

En los bares Andrea y yo nos reímos mucho pero también nos hacemos esas preguntas bestiales que hacen que te agarres a los reposabrazos de la silla y contestes no sé. 
En los bares también nos contamos cosas divertidas. El otro día le dije a Andrea que este año yo había perdido el alma. Por supuesto, era una broma, pero era una de esas bromas que van en serio. El año pasado cuando me arropaba notaba como unas brasas que me calentaban el pecho, una especie de calor de vida que ahora se ha extinguido pero que antes estaba. Este año ya no hay brasas, no hay nada a excepción del frío que me persigue desde la calle hasta mi casa. La próxima vez que me siente en un bar con Andrea me gustaría contarle que hace unas noches soñé con que era invisible. Lo bueno del sueño era que me comportaba exactamente como me comportaría yo si nadie pudiera verme. Iba a la terraza de un bar y me comía las olivas de la gente que había pedido vermut. D e s p u

Engaños terribles de la infancia

1 Durante muchos días estuve creyendo que mi abuelo era mago: Levantaba las manos del volante y me decía: Mira, Ivanete abro las puertas del parking solo con la mente. Muchos días fui por ahí diciendo que mi abuelo era mago y que podía abrir puertas solo con pensarlo. Hasta que un día la magia fue asesinada al ver en su regazo el rectángulo negro del mando a distancia. 2 Un tío mío con el que me llevaba pocos años me engañó un día diciéndome que los demonios existían. Le dije que no le creía y que mi padre me había dicho que eso eran solo inventos de las películas. Me dijo ¿quieres verlos? Asentí queriendo y no queriendo. Abrió un cajón y sacó unos rollos con negativos. Me dio una tira y me dijo que la pegase contra la ventana y mirase. Lo hice y un secreto terrorífico se coló dentro de mí: Los demonios existían. ¿Qué otra cosa podía ser si no toda esa gente de blancas encías y dientes negros que me sonreía? 3 Bajé a jugar a

Agradecimientos

A Ernesto, que desde que nos hicimos amigos me ha leído, animado, presionado y coaccionado para que publique. A mi abuelo, porque que aunque esté muerto siempre que lo llamo se monta en su Seat Ritmo color pistacho y acude a este libro A Jordi Gràcia, porque prefirió ser profesor y darnos clase a ser actor de doblaje y siempre ha tenido tiempo para nuestros manuscritos. A Concha, que lanza respingos mientras hiberna debajo de mi cama. Y a Andrea, porque aunque a veces trata mal al poeta, siempre trata bien al hombre.

Las niñas

Cuando éramos niños el cole nos llevó a ver la desembocadura del río Llobregat. Digamos que en aquel entonces, si la playa hubiera sido una persona hubiera sido un yonki mortalmente enfermo, pobre y vestido con un chándal sucio. Vi una lavadora tirada en la playa, muchos plásticos y muchos condones. El guía nos habló de contaminación y de los planes que tenía el alcalde para construir una depuradora. Dijo más cosas. Entre ellas que inhalar gases de residuos plásticos producía cáncer. Yo me asusté, porque en mi casa me pasaba el día quemando muñecos, para quitarles los brazos e intercambiarlos con otros quemando sus musculosos cuerpos de plástico con el mechero. En aquel instante pensé que era un niño condenado a tener cáncer. Una niña de mi clase (una niña, además, con la que me llevaba mal) vio el pánico en mi rostro. Entonces me cogió de la mano me llevó aparte, y me dijo que no me preocupase y que seguramente yo no tenía cáncer.

Así no

Me ha surgido una posibilidad de publicar Todos los pájaros . Pero me han dicho que así no, que sería difícil de vender, que es un poemario demasiado largo. Me han dicho que lo pula, que lo pode que le alquile un smoking para celebrar un cóctel con el gran público. Sin embargo, yo no puedo quitarle nada a T odos los pájaros : no estamos hablando de una camisa llena de pelos de gato. Este libro es una persona. Una persona guapa. Puede que tenga la nariz chata o las orejas de soplillo, pero si tiene defectos, es porque está vivo. No soy un carnicero, no puedo desmembrar mi obra y convertirla en bandejas de embutido. Me imagino a este texto desmantelado, accidentando como a veces los padres se imaginan a sus hijas siendo violadas o a sus hijos siendo arrollados por un coche mientras corren yendo en monopatín. Me imagino a este pobre libro mío como a un niño que intenta sonreír mientras la sangre se le va escapando por los miembros amputados.

La última cabina de este mundo

Van a quitar la última cabina de teléfonos que hay en el Prat. En las películas son muy útiles. Los protagonistas siempre encuentran alguna pista fundamental repasando con el dedo la guía de teléfonos. En las películas son muy útiles pero no en la vida real. A la de aquí abajo le han arrancado la lengüeta de la cesta del cambio y le han quemado con un mechero el auricular. Ya no encaja bien y casi siempre se suelta quedando descolgado en el aire como si alguien hubiera tenido que salir corriendo en mitad de una llamada. No solo se trata de la de monedas que habré convertido en conversaciones con seres queridos, sino también de la insuperable máquina de bromas que para nosotros eran las cabinas telefónicas. Recuerdo especialmente cuando llamábamos a la policía desde la cabina que había delante del colegio. Nos disfrazábamos la voz con el cuello de la chaqueta y metíamos la calderilla que nos había sobrado de comprar chucherías: -Hola, buenos días

Mi padre

Mi padre se tapa la boca con las manos como si fuera un hombre con los dientes amarillos al que le avergonzara sonreír. Pero no es así porque él no tiene los dientes amarillos y ya hace años que no le veo sonreír. Dice que la gente de su edad no está exactamente triste, sino quemada. La única infancia que tuvieron fue jugar a creer que el trabajo era un juego. Subirse a un camión y repartir garrafas de aceite y de vino no es ser un niño aunque luego te gastaras el dinero en cromos. Hace poco estuve revisando viejas fotos en las que aparecía él. Entonces sí que sonreía y lo hacía sin pleitesía y sin concesiones al sistema. Solo le faltaba alzar los brazos y levantar una copa. De joven mi padre era como el Messi de las vidas normales y corrientes. Me gustaría hacerle reír. Preguntarle por qué tiene los ojos viscosos y la barba mal afeitada como si ya nada le importara. Ojalá pudiera espantar esa tristeza suya de termitas carcomiendo madera.

Síntoma del fin del mundo 3

A la hora de la cena la gente ve la tele y aprieta con fuerza, metidos dentro de los puños, el tenedor y el cuchillo mientras los políticos hablan de nuestros posibles futuros.

Cómo me reí con mi hijo el otro día

(a mi amigo Santi, que es mucho más gracioso que yo y que todos) Andrea dice que a veces me paso de graciosillo. Yo siempre le digo que no conoce a mi amigo Santi, un tío que cree que cuando se ducha se le pasa la borrachera. Mi novia no valora mi gran repertorio de modalidades cómicas. A veces hago bromas básicas (imitarla a ella), o decir 2+2, 5: ¡Ah! ¡pues por el culo te la hinco! Otras bromas requieren de haber leído detenidamente a Nietzsche para poder acceder plenamente a todos sus matices. El caso es que yo sé perfectamente cuál ha sido la mejor broma que he hecho en lo que llevo de vida. Fue el único momento de toda mi existencia en el que logré pulsar en su totalidad la tecla de la risa a toda la gente que estaba a mi alrededor. Fue en una boda. Yo era un niño. Me habían comprado unos pantalones nuevos para ir guapo a la boda. Los pantalones me iban un poco grandes. Cuando salimos de la iglesia y llegamos al restaurante me lancé a por la comida. Al cabo de un rato mi madre me

Síntoma del fin del mundo 1

Empezó el otro día. Vi en la tele que ya han muerto más de 30 millones de gorriones en los últimos diez años. Y por si no fuera suficiente, hoy me he enterado de que han muerto todos los peces del mar negro.

La máquina del tiempo de Extremadura

El otro día mi madre regresó del pueblo cargada con los mismos embutidos que me daban mis abuelos cuando yo era un niño. Intenté reproducir la misma merienda que siempre me ofrecía mi abuela con una sonrisa colmada de alegría. Quién me iba a decir que unas migas de pan revueltas con chorizo se iban a transformar en una máquina del tiempo tan eficaz.

Pagar el precio

Andrea y yo nos fuimos juntos a jugar al bosque y ahora somos felices en los supermercados. Estamos espléndidos e irradiamos futuro mientras hablamos de si es mejor comprar guisantes normales o de los ultracongelados. Pero a veces me asusta que en mi vida ya no haya búsqueda. Me asusta haber puesto el piloto automático hacia la muerte. Con qué seductora velocidad el presente va desembocando en el futuro mientras escapa del pasado como un pájaro que vuela desbocado intentando no ser cazado por la nada. El mundo saca pecho y están al acecho las mismas metas que alcanzaron nuestros padres. Ahora que Andrea y yo hemos ido a jugar juntos al bosque el dinero se nos convierte en risa y la risa en muerte.

Una vieja caja de zapatos con agujeros

Hace 11 años le hice unos agujeros a una vieja de zapatos que tenía mi madre y con ella bajo el brazo me fui a una tienda de animales a comprarme una tortuga. La gente me preguntaba que por qué una tortuga si no te quieren, no juegan, no ladran ni responden con miradas bobas a tus preguntas. Pero yo sabía que la muerte de mi perra para mí había matado a todos los perros del futuro y ya no quería repetir un vínculo así con nadie. Había cerrado un programa y había abierto otro, como hacen las máquinas, como hacemos los humanos que nos parecemos tanto a máquinas. Ya no me apetecía convertirme en alguien importante para nadie. Lo único que quería era tener a alguien cerca que no interrumpiera esta imparable sonrisa que se me pone en la cara cuando termino de escribir un poema. No he tirado la vieja caja de zapatos con agujeros porque la guardo para que Concha se marche en el mismo barco en que llegó. La enterraré como espero que me entierr

DNI

Yo, que le veo un alma a cualquier cosa, no me resisto a deciros que hay algo que me encanta del DNI que tenemos en España. Se trata de que en él figura el nombre de nuestros padres, sus nombres de pila. Por ejemplo, en el mío pone: Hijo/a de JUAN JOSE y MARIA MONTSERRAT. Así, tal cual. Sin apellidos. Como si les tuteara, como si mi DNI fuera un viejo conocido que en el pasado le hubiera estrechado la mano a mis padres mientras daban un paseo con su hijo.

Cosas que han cambiado

El otro día me puse a pensar en cosas que antes pulsaban mi vida con mucha frecuencia y ahora ya no están. Por ejemplo, antes mi madre recibía flores y nunca sabía si ponerlas en cerveza o en agua con aspirina para intentar que no se marchitasen nunca. Hace años que cambiaron la ruta del camión de la basura. Ya no pasa cerca y ya no escucho sus gigantescos ruidos de despedida. Era mi ruido blanco favorito en medio la noche negra. Me ayudaba a imaginar aventuras en la calle, o como mínimo mentalmente lo veía partir dejando una estela de hedor dulce producido por la carne cansa de estar muerta y por la fruta cansada de estar muerta. Cuando era un niño las calles estaban llenas de cabinas de teléfono. Cuántas monedas habré convertido en diálogos con seres queridos que estaban lejos. Y sin embargo, ahora solo queda una en todo el barrio y cuando alguien tiene la desconsideración de dejarla con el auricular descolgado parece un anciano pidiendo limosn

Declaración

A menudo pienso que este libro es lo único que me importa de veras. Paso todas las horas probando frases nuevas en la cerradura del siguiente poema.

El álbum de fotos de los inmortales

El otro día, limpiando el trastero de mi casa encontré un álbum de fotos de una familia de inmortales. Las fotos del abuelo cumpliendo más de dos mil años no fue lo más impresionante. Lo que de verdad me sobrecogió fue la foto de un bebé soplando, sobre la tarta, un 182.

Bruxismo + Perros + Tuppers a los que solo recurriremos en caso de emergencia

Bruxismo Antes de que me lo empezaran a decir las parejas que tuve, fueron mis abuelos los primeros en decirme que yo rechinaba los dientes por la noche. Nunca les hice caso, hasta que murieron y me di cuenta de que la sonrisa  se me estaba rompiendo. Perros Odio los perros de agua. Siempre me ha parecido que son como Teleñecos que caminan a cuatro patas. Prefiero los chuchos que tienen la misma raza que los gorriones. Los perros feos que tienen los dientes de abajo salidotes, como si fueran orcos enfadados que miran a los demás transeúntes como diciéndoles: tócale un pelo a mi dueño y te destrozo. Tuppers a los que solo recurriremos en caso de emergencia Hay un capítulo de Los Soprano en el que la hermana de Tony le dice a su novio algo como: Eh, ¿descongelo  esos cannoli que tienes en el congelador y nos los comemos luego? El tipo la mira mal, puede que no con rabia, pero sí

Choque de intereses

El otro día, mientras mirábamos Netflix, Andrea me preguntó que cuándo viajaríamos a Italia.  Le respondí que yo ya viajo a Italia  cuando le pongo albahaca a los espaguetis. 

Polimorfia en subjuntivo

Ojalá nos hubiéramos despertado siendo un par de elefantes. Hubiéramos ido a alguna charca africana, hubiéramos sumergido las trompas en ella y nos hubiéramos pasdo todo el día disparándonos agua.

Polimorfia 8

El otro día fuimos un par de tortugas. Tomamos el sol juntos y luego cada uno escondió la cabeza dentro de sí mismo.

Prórroga verbal

En los coches cabe poca gente y por eso siempre se hacen repartos injustos y crueles para ir a la iglesia o al cementerio. Me separaron de mi madre, y al entierro de mi abuelo me tocó ir en el coche de unos parientes lejanos. Con qué facilidad hablaban de él en pasado. Quise pedirles que aún no hablaran de él así. Que esperasen un poco. Que me dieran una prórroga verbal. Que tuviesen cierta cortesía morfológica para que en lugar de un entierro aquello pareciese una convocatoria. Una reunión de gente que simplemente se aglomeraba para estar cerca de mi abuelo mientras presentaba un libro o compadecía ante una rueda de prensa. Pero no dije nada y continuaron hablando de él en pretérito indefinido.

Polimorfia 7

Ayer fuimos un par de gusanos. Casi pudrimos la manzana y luego nos fuimos arrastrando hasta que nos perdonamos.

Andrea no lo entiende

Andrea no entiende mi bestial interés por ir contando las páginas con las que se va engrosando Todos los pájaros. Ella no entiende que soy como uno de esos padres que hacen rayas en la pared para saber cuánto han crecido sus hijos durante el último mes.

La historia de la vajilla mala

Después de firmar los papeles del divorcio, mi madre dijo que podíamos usar la vajilla buena, la de ribetes de oro, para las comidas del día a día. Eran platos bonitos. Mi abuelo se los compró a dos jóvenes que, supuestamente, iban a pasar toda la vida juntos. Después de firmar los papeles del divorcio, mi madre empezó a tratarlos sin ningún cuidado: Los miraba girar en el microondas mientras se calentaba cualquier comida rápida. Los limpiaba frotándolos temerariamente con la esponja de fregar los platos. Finalmente, el oro del ribete se les fue marchitando como se marchita la juventud: gradualmente, con el drama de las cosas que se marchitan sin dramas. Una vez, a mí se me cayó uno de esos platos al suelo y se hizo añicos. Fui a por la escoba y le pedí perdón a mi madre por romperle uno de los platos de la vajilla de su boda. Ella encogió los hombros, siguió mirando el móvil y me dijo que no pasaba nada. Esta es la historia de cómo la va

Polimorfia 6

Hoy nos despertamos siendo un par de canguros. Por la mañana estuvimos boxeando un rato y después hablamos sobre nuestro futuro.

Polimorfia 5

Hoy hemos adoptado las pintas de dos delfines. Nos pasamos todo el día echando chorros de agua por la espalda y emitiendo ultrasonidos tristes.

Polimorfia 4

Hoy nos levantamos con hocicos de cerdo pegados a la cara. Nos pasamos toda la mañana revolcándonos por el barro y dedicándonos sonrisas marranas mientras nos íbamos olisqueando.

Polimorfia 3

Hoy nos despertamos con cara de ratoncillos.  Le hicimos agujeros al queso y todo el mundo empezó a chillar al vernos. 

Polimorfia 2

Lo tenemos hablado. El día que nos levantemos  con un humor de perros  comeremos pienso  y haremos pipí en las esquinas. 

Polimorfia 1

Ayer Andrea y yo nos levantamos con cara de pájaros. Comimos poco y solo pensamos en volar.

Sam se ahorca

Hola, K. K., espero que leas esta carta antes de entrar como un torbellino por toda la casa empezando a abrir puertas y ventanas, y contraventanas, y cualquier otra cosa abrible, con la intención de ventilarlo todo. Dios sabe que por algo habré dejado esta carta en el centro de la mesita del recibidor con un post-it amarillo fosforescente encima. Repito, Dios lo sabe, espero que tú, al menos, lo intuyas y leas esta carta antes de adentrarte más en la casa. No me quiero hacer el misterioso. Me he ahorcado. Mi cadáver debe estar ahora mismo danzando lentamente sobre la soga que he atado en la buhardilla. Digo que mi cadáver estará danzando porque habré dejado la ventana abierta para evitar que se acumule el mal olor en la habitación, así que la brisa, o el aire, o cualquier otro puñal frío o cálido, habrán ido haciendo que mi cuerpo pivote sobre la cuerda hacia un lado y esta, como reacción, se habrá destensado haciéndome girar hacia el otro lado… En fin, K., que mis restos so

Fascinación

Por los desayunos con tortitas, en lugar de los desayunos con galletas María. Por el sirope. Por la casa en el árbol que tienen todos los niños, y por la clandestina necesidad que tienen estos de leer cómics y libros guardando un sigilo de linterna bajo sábanas. Por los bailes de fin de curso en donde siempre hay ponche y adolescentes que se han quedado sin pareja. Por los hombres que beben en el porche y van cada domingo a misa y en lugar de pensar en el cielo piensan en el infierno de Vietnam. Por el bate de baseball detrás de la puerta. Por los padres de familia que siempre duermen con un ojo abierto y con un arma debajo de la almohada. Por las sillas eléctricas. Por el momento en el que las encienden para freír a algún criminal y las luces de las casas de las manzanas de alrededor tiemblan por la sobrecarga. Por esas series de negros en las que los blancos siempre hacen de tontos. Por esos polis gordos que llevan en una mano una pistola

Kevin ha ido a buscar sus flores

1 -Kevin se ha ido a buscar sus flores. Un pesado silencio lo cubrió todo. No solo era un silencio procedente del otro lado del teléfono, era un silencio que también afectaba al aquí de Calvin. A Calvin el corazón se le puso como de parto; le pareció que el silencio que reinaba era como de persona que se te acerca sigilosamente por la espalda y levanta el brazo para descargarte un terrible golpe en la cabeza. Sin embargo, tras unos instantes, la tensión se rompió con una respuesta breve y resignada, como si la mujer de 60 años que había al otro lado de la línea hubiera dejado de ser la madre de Kevin y se hubiera convertido en un inspector de policía que ya ha presenciado todo el mal del mundo. -Comprendo. Calvin tragó saliva y colgó el teléfono. Le parecía inverosímil que todo hubiera salido según lo que había previsto Kevin. Durante una hora, Calvin se convirtió en un perro, en un perro sin nombre que acechaba todas las ventanas de su casa levantando las or

Tortillas de Mercadona

Mercadona S.A, dile al pueblo la verdad: ¿Tienes, en tus lóbregos almacenes traseros, a un montón de abuelitas secuestradas a las que amenazas con hacerle daño a sus nietos?

"Iván, ya no me dices que me quieres"

Me vas a llenar la casa  con un montón de trastos. Mi madre ha salido a comprarle un melón a la tuya. Sé que te ríes como los perros le ríen al verano. A veces me vuelves tan alegre que la primavera debería leerme para aprender a ser verdaderamente resplandeciente. Cuando nos peleamos te grito y te trato tan mal como a un familiar. Cuando alguien se mete contigo me olvido de que soy un hombre de izquierdas que escribe libros, y me convierto en un animal al que ya no le parece tan mal la idea de matar.


Otro adulto más

Me adentré en la treintena como quien mete un pie en el mar para probar cómo está el agua: con miedo, con reservas. Sabiendo que a esta edad la vida debería convertirse en algo serio. Pero entonces quien se puso a trabajar en serio fue la muerte colándose en una sala de urgencias para clavarle un puñal en los riñones a mi abuelo. Me adentré en la treintena como quien mete un pie en el mar para probar cómo está el agua: castañeteando los dientes y caminando con cuidado. Asistiendo silenciosamente a algunos entierros y escuchando relatos de gente que había perdido a otra gente. Dejé de creer en las chicas raras. Esas que aseguraban que con su voz podían hacer que se durmieran las ballenas. Me fijé en otras cosas. En las cenefas que teje el sol sobre la colcha. Empecé a convencerme de que todas las mujeres que conocí en el pasado fueron un error de casting hasta llegar a la de ahora. Ahora es el momento de comprar relojes pesados que me anclen al suel

Mañana

-Nuestra siguiente invitada… Cómo decirlo. Yo diría que es la persona que ha hecho que, por primera vez, la gente, la gente de la calle a la que nunca le ha importado un solo cuadro, hable de pintura. Yo mismo me he sorprendido en bares, en cenas con amigos, hablando o escuchando hablar de la obra de nuestra siguiente invitada. Con todos ustedes, Francine Stone. -Buenas noches, Francine. -Buenas noches a todos. -Dime, ¿por qué crees que tu pintura está en boca de todo el mundo? -Para empezar, porque es una pintura cercana. En el sentido de que me dedico a acercar la violencia a la gente, a ponérsela delante para que les golpee. Para seguir, diría que la gente habla de mi pintura porque se puede hablar de ella sin hablar de pintura, ¿me sigues? La gente no habla de mi pintura, sino sobre si me paso de la ralla o no. A la gente le encanta juzgar y creer que tiene la vara de medir las cosas. -No todos nuestros espectadores estarán al corriente de tu obra, así que si t

De 0 a 33

Di "ma-ma" Mira antes de cruzar. Cómetelo todo. El yayo irá a recogerte. Ten tu paga. Tienes que aprender a ahorrar. Pobrecita. Era una perra muy vieja y ya se había quedado ciega. ¿Qué quieres estudiar? Te quiero. Eres un hijo de puta. ¿Qué quieres ser? ¿Quién puedes llegar a ser? Ayúdame a cambiarle el pañal a la yaya. Ella hubiese preferido flores rojas. ¿Acompañas tú al yayo al hospital? A él le gustaría que echásemos sus cenizas en la playa. Iván, ¿cuándo tenía yo la mamografía? ¿Me quieres? ¿Vivimos juntos?

El último cajón de la cómoda

En el poema anterior dije que las pólizas de defunción no se guardan, se esconden. Mi abuelo no nos dijo dónde escondía la suya hasta que cumplió los 80. Qué adorable inocencia, la de los viejos a veces: mi abuelo se comportaba como si la muerte no pudiera ser como un rayo que te fulmina o como un coche que, repentinamente, se choca y te quita la vida llenándolo todo de humo negro. Es como si él hubiera creído que la muerte necesariamente en nuestra familia tuviera que ser algo que se presiente. Él guardaba "el papel de los muertos" en el último cajón de la cómoda. Yo lo entiendo. Yo haré lo mismo cuando sea más viejo, porque la muerte es como un residuo radiactivo que es mejor sepultar debajo de un montón de pañuelos en el último cajón de la cómoda.

Futuristas

Andrea y yo hacemos planes juntos cuando nos bañamos en el mar. Dentro del agua, flotando, el presente no pesa y es más fácil ser dos personas que se dan la mano para sortear las olas juntos. Insinuamos mucha luz cuando hablamos del futuro: los hijos que tendremos, el modo en el que los educaremos. La manera en que nuestra familia morirá unida, cogiéndonos todos de las manos en el salón de casa por culpa de las súper bacterias o del cambio climático. Pero Andrea y yo nunca hablamos de verdad de la muerte. Nunca hablamos de dónde esconderemos (porque estas cosas no se guardan, se esconden) nuestra póliza de defunción. Ni de quién de los dos es más probable que encuentre el cuerpo del otro sin vida. Solo insinuamos luz, solo hablamos de la vejez haciendo chistes y fanfarroneando, porque la vejez no es lo que nos toca ahora. Lo que nos toca ahora es ir juntos a la playa, sonreírnos mientras hacemos planes y se nos arrugan las manos en el agua.