En el poema anterior
dije que las pólizas de defunción no se guardan,
se esconden.
Mi abuelo no nos dijo
dónde escondía la suya hasta que cumplió los 80.
Qué adorable inocencia,
la de los viejos a veces:
mi abuelo se comportaba como si la muerte
no pudiera ser como un rayo que te fulmina
o como un coche que, repentinamente,
se choca y te quita la vida
llenándolo todo de humo negro.
Es como si él hubiera creído
que la muerte
necesariamente
en nuestra familia
tuviera que ser algo que se presiente.
Él guardaba "el papel de los muertos"
en el último cajón de la cómoda.
Yo lo entiendo.
Yo haré lo mismo
cuando sea más viejo,
porque la muerte es como un residuo radiactivo
que es mejor sepultar
debajo de un montón de pañuelos
en el último cajón de la cómoda.
dije que las pólizas de defunción no se guardan,
se esconden.
Mi abuelo no nos dijo
dónde escondía la suya hasta que cumplió los 80.
Qué adorable inocencia,
la de los viejos a veces:
mi abuelo se comportaba como si la muerte
no pudiera ser como un rayo que te fulmina
o como un coche que, repentinamente,
se choca y te quita la vida
llenándolo todo de humo negro.
Es como si él hubiera creído
que la muerte
necesariamente
en nuestra familia
tuviera que ser algo que se presiente.
Él guardaba "el papel de los muertos"
en el último cajón de la cómoda.
Yo lo entiendo.
Yo haré lo mismo
cuando sea más viejo,
porque la muerte es como un residuo radiactivo
que es mejor sepultar
debajo de un montón de pañuelos
en el último cajón de la cómoda.