Es imposible conseguir lo que se conseguía en otras épocas. Despuntar. Ser un maestro. Asesinar al anonimato dejando en el suelo un gran charco de sangre. El arte ya no tiene cánones. Funcionan tantas direcciones al mismo tiempo... Y eso es bueno para el arte, pero malo para los artistas. Y mientras tanto para nostros sigue existiendo un día a día que se basa en esa soledad de quienes no pueden evitar reparar en esa solitaria hormiga que se pasea por el borde de la bañera. Si ya no basta con resplandecer un poco para iluminar la noche, ¿qué es lo que nos espera? El pasado y el futuro son como niños de hospital enchufados a una máquina: cosas inocentes que existen a duras penas. El presente es este viento que lo quiere ser todo mientras va arrancando tejas a los tejados. ¿Y qué hay que hacer? ¿Claudicar? ¿Convertirnos en uniformes que giren en espiral en la lavadora? ¿O acaso morir sin saber quiénes hubiésemos podido llegar a ser?