No iba a dejar que el coronavirus entrara en mi poemario, pero por qué no voy a hacerlo si ya ha entrado en los supermercados. Ayer fui a hacer la compra y no había carne. Algunos se reían, hacían bromas: pues sí que tiene la gente congeladores grandes ahora, qué prisa por quitarle a los demás la comida. Otros manoseaban las bandejas con alternativas veganas y negaban con la cabeza. Menudo Apocalipsis de goma. En la cola nos reíamos. Yo no sabía si éramos una sociedad alegre, solidaria, casi merecedora de esos anuncios cursis que hace Campofrío, o bien si éramos como enfermos de cáncer que se olvidan momentáneamente de su enfermedad y se ríen mientras un amigo les cuenta un chiste. Lo que yo quería era escribir un poema sobre los informes de balística. Me hace gracia que en las series de policías los inspectores siempre estén esperando los informes de balística. Me imagino a un montón de viejos sabuesos bebiendo whisky, con la mirada perdida, es