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Mostrando entradas de octubre, 2019

Las niñas

Cuando éramos niños el cole nos llevó a ver la desembocadura del río Llobregat. Digamos que en aquel entonces, si la playa hubiera sido una persona hubiera sido un yonki mortalmente enfermo, pobre y vestido con un chándal sucio. Vi una lavadora tirada en la playa, muchos plásticos y muchos condones. El guía nos habló de contaminación y de los planes que tenía el alcalde para construir una depuradora. Dijo más cosas. Entre ellas que inhalar gases de residuos plásticos producía cáncer. Yo me asusté, porque en mi casa me pasaba el día quemando muñecos, para quitarles los brazos e intercambiarlos con otros quemando sus musculosos cuerpos de plástico con el mechero. En aquel instante pensé que era un niño condenado a tener cáncer. Una niña de mi clase (una niña, además, con la que me llevaba mal) vio el pánico en mi rostro. Entonces me cogió de la mano me llevó aparte, y me dijo que no me preocupase y que seguramente yo no tenía cáncer.

Así no

Me ha surgido una posibilidad de publicar Todos los pájaros . Pero me han dicho que así no, que sería difícil de vender, que es un poemario demasiado largo. Me han dicho que lo pula, que lo pode que le alquile un smoking para celebrar un cóctel con el gran público. Sin embargo, yo no puedo quitarle nada a T odos los pájaros : no estamos hablando de una camisa llena de pelos de gato. Este libro es una persona. Una persona guapa. Puede que tenga la nariz chata o las orejas de soplillo, pero si tiene defectos, es porque está vivo. No soy un carnicero, no puedo desmembrar mi obra y convertirla en bandejas de embutido. Me imagino a este texto desmantelado, accidentando como a veces los padres se imaginan a sus hijas siendo violadas o a sus hijos siendo arrollados por un coche mientras corren yendo en monopatín. Me imagino a este pobre libro mío como a un niño que intenta sonreír mientras la sangre se le va escapando por los miembros amputados.

La última cabina de este mundo

Van a quitar la última cabina de teléfonos que hay en el Prat. En las películas son muy útiles. Los protagonistas siempre encuentran alguna pista fundamental repasando con el dedo la guía de teléfonos. En las películas son muy útiles pero no en la vida real. A la de aquí abajo le han arrancado la lengüeta de la cesta del cambio y le han quemado con un mechero el auricular. Ya no encaja bien y casi siempre se suelta quedando descolgado en el aire como si alguien hubiera tenido que salir corriendo en mitad de una llamada. No solo se trata de la de monedas que habré convertido en conversaciones con seres queridos, sino también de la insuperable máquina de bromas que para nosotros eran las cabinas telefónicas. Recuerdo especialmente cuando llamábamos a la policía desde la cabina que había delante del colegio. Nos disfrazábamos la voz con el cuello de la chaqueta y metíamos la calderilla que nos había sobrado de comprar chucherías: -Hola, buenos días

Mi padre

Mi padre se tapa la boca con las manos como si fuera un hombre con los dientes amarillos al que le avergonzara sonreír. Pero no es así porque él no tiene los dientes amarillos y ya hace años que no le veo sonreír. Dice que la gente de su edad no está exactamente triste, sino quemada. La única infancia que tuvieron fue jugar a creer que el trabajo era un juego. Subirse a un camión y repartir garrafas de aceite y de vino no es ser un niño aunque luego te gastaras el dinero en cromos. Hace poco estuve revisando viejas fotos en las que aparecía él. Entonces sí que sonreía y lo hacía sin pleitesía y sin concesiones al sistema. Solo le faltaba alzar los brazos y levantar una copa. De joven mi padre era como el Messi de las vidas normales y corrientes. Me gustaría hacerle reír. Preguntarle por qué tiene los ojos viscosos y la barba mal afeitada como si ya nada le importara. Ojalá pudiera espantar esa tristeza suya de termitas carcomiendo madera.

Síntoma del fin del mundo 3

A la hora de la cena la gente ve la tele y aprieta con fuerza, metidos dentro de los puños, el tenedor y el cuchillo mientras los políticos hablan de nuestros posibles futuros.

Cómo me reí con mi hijo el otro día

(a mi amigo Santi, que es mucho más gracioso que yo y que todos) Andrea dice que a veces me paso de graciosillo. Yo siempre le digo que no conoce a mi amigo Santi, un tío que cree que cuando se ducha se le pasa la borrachera. Mi novia no valora mi gran repertorio de modalidades cómicas. A veces hago bromas básicas (imitarla a ella), o decir 2+2, 5: ¡Ah! ¡pues por el culo te la hinco! Otras bromas requieren de haber leído detenidamente a Nietzsche para poder acceder plenamente a todos sus matices. El caso es que yo sé perfectamente cuál ha sido la mejor broma que he hecho en lo que llevo de vida. Fue el único momento de toda mi existencia en el que logré pulsar en su totalidad la tecla de la risa a toda la gente que estaba a mi alrededor. Fue en una boda. Yo era un niño. Me habían comprado unos pantalones nuevos para ir guapo a la boda. Los pantalones me iban un poco grandes. Cuando salimos de la iglesia y llegamos al restaurante me lancé a por la comida. Al cabo de un rato mi madre me

Síntoma del fin del mundo 1

Empezó el otro día. Vi en la tele que ya han muerto más de 30 millones de gorriones en los últimos diez años. Y por si no fuera suficiente, hoy me he enterado de que han muerto todos los peces del mar negro.

La máquina del tiempo de Extremadura

El otro día mi madre regresó del pueblo cargada con los mismos embutidos que me daban mis abuelos cuando yo era un niño. Intenté reproducir la misma merienda que siempre me ofrecía mi abuela con una sonrisa colmada de alegría. Quién me iba a decir que unas migas de pan revueltas con chorizo se iban a transformar en una máquina del tiempo tan eficaz.

Pagar el precio

Andrea y yo nos fuimos juntos a jugar al bosque y ahora somos felices en los supermercados. Estamos espléndidos e irradiamos futuro mientras hablamos de si es mejor comprar guisantes normales o de los ultracongelados. Pero a veces me asusta que en mi vida ya no haya búsqueda. Me asusta haber puesto el piloto automático hacia la muerte. Con qué seductora velocidad el presente va desembocando en el futuro mientras escapa del pasado como un pájaro que vuela desbocado intentando no ser cazado por la nada. El mundo saca pecho y están al acecho las mismas metas que alcanzaron nuestros padres. Ahora que Andrea y yo hemos ido a jugar juntos al bosque el dinero se nos convierte en risa y la risa en muerte.

Una vieja caja de zapatos con agujeros

Hace 11 años le hice unos agujeros a una vieja de zapatos que tenía mi madre y con ella bajo el brazo me fui a una tienda de animales a comprarme una tortuga. La gente me preguntaba que por qué una tortuga si no te quieren, no juegan, no ladran ni responden con miradas bobas a tus preguntas. Pero yo sabía que la muerte de mi perra para mí había matado a todos los perros del futuro y ya no quería repetir un vínculo así con nadie. Había cerrado un programa y había abierto otro, como hacen las máquinas, como hacemos los humanos que nos parecemos tanto a máquinas. Ya no me apetecía convertirme en alguien importante para nadie. Lo único que quería era tener a alguien cerca que no interrumpiera esta imparable sonrisa que se me pone en la cara cuando termino de escribir un poema. No he tirado la vieja caja de zapatos con agujeros porque la guardo para que Concha se marche en el mismo barco en que llegó. La enterraré como espero que me entierr

DNI

Yo, que le veo un alma a cualquier cosa, no me resisto a deciros que hay algo que me encanta del DNI que tenemos en España. Se trata de que en él figura el nombre de nuestros padres, sus nombres de pila. Por ejemplo, en el mío pone: Hijo/a de JUAN JOSE y MARIA MONTSERRAT. Así, tal cual. Sin apellidos. Como si les tuteara, como si mi DNI fuera un viejo conocido que en el pasado le hubiera estrechado la mano a mis padres mientras daban un paseo con su hijo.

Cosas que han cambiado

El otro día me puse a pensar en cosas que antes pulsaban mi vida con mucha frecuencia y ahora ya no están. Por ejemplo, antes mi madre recibía flores y nunca sabía si ponerlas en cerveza o en agua con aspirina para intentar que no se marchitasen nunca. Hace años que cambiaron la ruta del camión de la basura. Ya no pasa cerca y ya no escucho sus gigantescos ruidos de despedida. Era mi ruido blanco favorito en medio la noche negra. Me ayudaba a imaginar aventuras en la calle, o como mínimo mentalmente lo veía partir dejando una estela de hedor dulce producido por la carne cansa de estar muerta y por la fruta cansada de estar muerta. Cuando era un niño las calles estaban llenas de cabinas de teléfono. Cuántas monedas habré convertido en diálogos con seres queridos que estaban lejos. Y sin embargo, ahora solo queda una en todo el barrio y cuando alguien tiene la desconsideración de dejarla con el auricular descolgado parece un anciano pidiendo limosn