Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2018

Admonición

No soy viejo, pero ya empiezo a tener cierta edad. La suficiente, al menos, como para que mi corazón no esté a merced de los vientos.  Y sin embargo, lo que quiero es que me anuncies el final del peligro. Necesito que allanemos todas las moradas; que follemos de tal modo que moneticemos nuestra juventud en sus últimos rescoldos. O simplemente volvámonos naranjas junto al fuego o azules frente al hechizo del televisor.  Tengamos una casa frente al mar y que las olas sean perros que vienen a lamernos los pies.  Seamos grandes, multitudinarios. Vayamos a las zonas más concurridas de la ciudad y allí dame besos que alteren el orden público.  Alfabeticémonos juntos en las cosas difíciles de la vida. Susurremos chistes al oído del otro sobre el cáncer, o sobre el hambre o sobre las guerras que no nos afectaron: Solo quiero decirte que nos convirtamos en el único lugar en donde el otro sea incívicamente libre.  Espero que todos los días d

Receta Caníbal

Universitaria al horno Ingredientes: Una muchacha universitaria de 18 años.  Un horno grande.  2 cerezas.  Sal.  Aceite virgen extra.  Un cuchillo de punta redonda.  1 revólver de calibre pequeño con silenciador.  9/10 comensales con buen apetito.  Máquina para rapar pelo.  Un auxiliar de cocina.  Pasos a seguir: Antes de nada, hay que advertir que más importante que la edad de la muchacha en sí, lo estrictamente necesario es que la chica esté en su primer año universitario. Porque luego, con el tiempo, esa emoción de sentirse realizada se irá desgastando  y su sonrisa  dejará de ser tan extraordinaria.  Si os lo permiten las circunstancias, intentad sorprender a la muchacha  en la biblioteca de su facultad.  Es más: de ser posible, esperad  hasta que encuentre el libro que esté buscando; cuando sus dedos se estiren  para alcanzar el lomo  y los músculos de su rostro den el primer paso hacia una sonrisa, entonces, peg

Palpitante

Muchos de mis apuntes no se convertirán nunca en poemas. Todos quieren convertirse en poema; yo a todos los veo como a un nido de pollitos pidiéndome comida al mismo tiempo. Este no va a ser un poema al uso, va a ser un pedazo de carne sin cocinar; un gajo vivo de mis últimos apuntes copiados y pegados. ¿Y por qué? Pues porque me parecen hermosos y porque quizá esta sea la única posibilidad que tengan de llegar a ser un poema. Me gustaría que la gente murmurara Sobre nosotros. Que alguien dijera cuando me ve pasar mira, ahí va el hijo de la Montse, va con esa chica tan espigada: Está seca, pero es guapa. Atraquemos joyerías juntos. Me gustaría que fuésemos más jóvenes. Que tuviéramos un accidente con el preservativo y acabáramos en planificación familiar aterrados, cogidos de la mano. Tengo cierta edad, la suficiente como para que mi corazón no esté a merced de los vientos. Mi vida con mi madre es un estofado raro, un equilibrio de bestias huma

Prólogo a la 2ª edición

El lector elíptico En las películas grandes ciudades hambrientas de todo giran los rodillos de sus imprentas y escupen periódicos y libros a una velocidad frenética. Sin embargo, en este caso, más bien debéis imaginaros a un chaval con un pijama manchado de soledad y con una impresora que solo gasta cartuchos de tinta negra. En la primera edición de Todos los pájaros me visteis cometer un montón de asesinatos. Si el poemario fuera una obra de teatro comenzaría así: Escena primera: Iván porta un traje de enterrador. Sostiene una pala con las dos manos, a su lado se apila un pequeño montón de tierra. Durante toda la escena, Iván irá recogiendo tierra con la pala e irá echándola sobre el cadáver de su primera novia, Leila. Los focos siguen al personaje de Iván en su enérgica tarea, pues va a ser el protagonista indiscutible de la obra. Habrá muchas mujeres desfilando por sus páginas, pero ninguna llegará a la

Paula

Ya no te recuerdo bien del todo. En mi memoria comienzas a tener el pelo grande y los ojos largos. Aun así, t odavía te maldigo. ¿Por qué cojones nunca quisis- te tomarte una cerveza conmi- go? ¿Por qué siempre me condenaste a hablarte den- tro de putas cárceles de cinco minutos?

Sara, te voy a contar cómo moriré

Hace tiempo predije en un poema que, seguramente, la muerte dentro de muchos, muchos años, me sobrevendría a través de un infarto. ¡Ja!, ¿de qué otra cosa podría morirse un poeta? Sin embargo, en realidad, quiero que sepas que lo más probable es que yo muera de un fuerte traumatismo craneal. Hace doce años mi abuelo me instaló unas estanterías que dan la vuelta entera a mi cuarto: Le observé mientras trabajaba. Posaba sus manos, tan secas y viejas que parecían de esparto, sobre los estantes y haciendo fuerza me decía con una sonrisa: es imposible que esto ceda. Pero han pasado tantos años y yo leo tanto que la verdad es que el estante que hay sobre mi cabeza ya se está combando. Todas las novelas de Mishima, dos Quijotes, las Hojas de hierba de Walt Whitman... Toda la cultura del mundo ejerciendo presión a dos metros sobre mi cabeza. Por la noche, Sara, la casa hace ruidos. Esto iba a ser un poema de amor, y lo ha sido: Acabo de e

Carne cruda

Los nuevos poetas no cocinamos nunca. Por ejemplo: sacamos de la nevera un paquete de carne cruda, rompemos el envoltorio, y luego lo abandonamos todo sobre el mármol de la cocina. Y eso es lo que se filma: el inicio del mal olor y la llegada de las moscas, las hormigas y del resto de insectos. Y ahí no se acaba la cosa. Los nuevos poetas vamos más lejos. Seguimos recreándonos en el olor fétido de la carne que se va corrompiendo. Registramos cómo, tras varios días madurando planes, el hedor a muerte se da cuenta, por fin, de que puede escaparse pasando por debajo de las puertas. La gente comienza a arrugar la nariz al pasar por el rellano. Las malas, y también las buenas, lenguas comienzan con las habladurías. 3 ó 4 vecinos se arman de valor, se acercan a la puerta y pican. Nada. Nadie. Solo un montón de insectos celebrando una fiesta en su palacio de putrefacción. Finalmente, acude la policía. Los agentes comienzan a tomar declaraciones. Se avis

Insert coin

Es imposible conseguir lo que se conseguía en otras épocas. Despuntar. Ser un maestro. Asesinar al anonimato dejando en el suelo un gran charco de sangre. El arte ya no tiene cánones. Funcionan tantas direcciones al mismo tiempo... Y eso es bueno para el arte, pero malo para los artistas. Y mientras tanto para nostros sigue existiendo un día a día que se basa en esa soledad de quienes no pueden evitar reparar en esa solitaria hormiga que se pasea por el borde de la bañera. Si ya no basta con resplandecer un poco para iluminar la noche, ¿qué es lo que nos espera? El pasado y el futuro son como niños de hospital enchufados a una máquina: cosas inocentes que existen a duras penas. El presente es este viento que lo quiere ser todo mientras va arrancando tejas a los tejados. ¿Y qué hay que hacer? ¿Claudicar? ¿Convertirnos en uniformes que giren en espiral en la lavadora? ¿O acaso morir sin saber quiénes hubiésemos podido llegar a ser?

Nos recuerdo

Nos recuerdo juntos.  Nos recuerdo alegres.  Nos recuerdo siendo una joven pareja con maletas nuevas haciendo turismo por la alegría. Nos recuerdo respirando muy contentos,  como si el oxígeno fuera  una tarta que repartirnos entre los dos. Nos recuerdo conviviendo en noches que no eran más que viento con pijama de estrellas.   También es verdad que convivimos en muchos días  en los que los árboles se mostraban rotundos, como riñones poderosos que filtraban todas las maldiciones, que a veces  nos suministrábamos por vía oral.  A mí me parecía que éramos inacabables. En aquel entonces,  no sé qué nos pasaba, que sin haber estudiado medicina ambos terminamos siendo prestigiosos médicos: cuando algo nos dolía  confiábamos en la aplicación local de un beso en la mejilla. Recuerdo un día muy triste  que jamás debería ser recordado.  Me dijiste algo y  después el viento iba de acá para allá, agitado: como si en realida

Se me mueren las sillas

Se están muriendo las cuatro sillas grandes de mi casa.  Hace unas semanas, fui a voltear una  para poder barrer debajo de la mesa y entonces me di cuenta  de que a la silla se le escapaba un chorro de arena.  Y desde entonces  las cuatro sillas grandes de mi casa han empezado a sufrir  lentas hemorragias de serrín.  A estas cuatro sillas las recuerdo desde siempre.  Tuvieron que pasar muchos años  hasta que yo pude sentarme en ellas llegando a tocar con los pies en el suelo. Quizá fueron los primeros muebles  que compró mi abuelo cuando se vino a vivir a esta casa.  Puede que sea eso  lo que le pasa a mis sillas: que no son mías, eran de mi abuelo  y alguien debe haberles contado  que mi abuelo ya no viene  a sentarse en ellas porque lleva muerto dos años. ¿Le lloran polvo del desierto ahora? ¿O era una cláusula del vendedor de las sillas? Estas sillas se desmaterializarán cuando se enteren  de que han perdido a s

Viejo

Hoy no salgo. Me voy a quedar aquí sentado haciéndome el poeta; o sea contemplando cualquier cosa, mientras que lo que en realidad hago es echarle azúcar a los muertos.  Todos somos iguales con nuestra juventud; todos nos asemejamos a viejos deportistas retirados que ya no pueden seguir el hilo de las conversaciones  porque solo pueden prestarle atención  a antiguas competiciones. Mudos y solitarios, los viejos deportistas retirados ya solo repasan viejas medallas. Para mí ser joven era soñar en sótanos, crecer en secreto, y de vez en cuando, cuando el amor me sonreía, comer carne cruda en los jardines. Cómo sonreía con la boca sangrante de amor. Todas mis sonrisas se merecían una foto.  Para qué demonios si no  sirven la juventud y el amor, sino es para fotografiarlos. En aquellos tiempos yo me sentía bronceado por la intensidad de todo lo que sentía. Hubo mujeres a las que en un momento determinado quise servir como un esc

¡Vaya tetas!

¡Joder! Perdona que te las esté mirando así. Son imanes. Es por el punto de fuga. Lo aprendí en Historia del arte, cuando estudiábamos pintura. Oye...son... ¿Son tuyas? A ver, claro que son tuyas, me refiero a que si son de verdad. Soy un inepto; No sé cómo hacer esta pregunta. ¿Son operadas? ¿No? A ver... Pero... ¿Te puedo tocar una? Ya. Ajá. ¿Y te puedo coger las dos y sopesarlas? Es que verás, yo soy libra; ya sabes, la balanza. Mira, a veces el tacto engaña. ¿Te las puedo chupar? ¿Puedo mirarlas fijamente siempre que tomemos café juntos? ¿Puedo meterme un pezón en un oído y ver qué clase de mar se oye? ¿Puedo apretarte una cada vez que piense en la muerte en mitad de la noche? ¿Y cuando simplemente estemos aburridos? ¿Puedo echarles queso rallado? ¿Puedo poner el móvil en modo avión para mirarlas mejor? ¿Crees que los hijos que nos nazcan dejarán algo de ellas para mí? ¿Me guardarás un poquito? ¿Cada día, unos pocos minutos,

Maldito poeta maldito

El verano me convierte en un lobo que por fin sabe dónde hay que mirar a las mujeres. Yo antes las miraba a la cara, extasiado, amable; casi intentando cantar con ellas la canción que me sugerían. Pero ya no. Ahora siempre que miro a las mujeres lo hago enfadado y afilando un cuchillo en algún rincón de mi mente. Se me ha terminado ese producto químico que nos permite convertir a los desconocidos en conocidos. Ya solo puedo pensar en gilipolleces: En lo extraña que ha sido siempre mi relación con los árboles (cuando era estudiante acariciaba sus cortezas y les pedía que me dieran suerte para los exámenes) Y en lo divertido que me resulta que el agua oxigenada haga que las heridas suenen como un vaso de Coca-Cola. Madurar, crecer, seguir. Al fin y al cabo todo está relacionado con aprender a sonreír mientras la vida te devora. Ya no quiero triunfar en ningún ámbito porque todas las esperas son un desierto. De adolescente soñaba con foll

Los ausentes

La soledad no es silencio. La soledad son todos los ausentes hablando al mismo tiempo. Si al menos regresaran desfigurados; apestando a podrido, el pelo lleno de algas y los rostros azulados. Pero no, los ausentes nunca regresan vistiendo harapos. Regresan vestidos de sol, resplandecientes y reclamando ser añorados. Ojalá se ahogaran por fin en el río del tiempo, para que la soledad se convirtiera de verdad en silencio.

A la espera

Me gustaría pasar tiempo contigo. Mucho tiempo contigo. Tanto que tus perros se lanzaran a por mí nada más verme. ¿Te gusta cómo me lanzo yo a por los versos? Pisando el acelerador. Abriéndome paso hasta que colisiono con alguna verdad. Al fin y al cabo, escribir es acordonar un crimen e investigarlo. Laura, aquí se pasa frío. Estoy solo. La orilla de la playa no acepta mis huellas: Salgo en mitad de la noche y ofrezco mis apuntes: mis frases robadas, modificadas, imitadas o inventadas y espero hasta que viene a buscarlas alguna sombría alimaña o algún gajo de luz del futuro. Quiero pasar mucho tiempo contigo este verano. ¿Sabes por qué apenas como fruta? Apenas como fruta porque está cruda y hay que romperla. Cuando muerdo una naranja me siento como un caníbal, el jugo que me chorrea por los labios me hace pensar en uno de esos leones que aparecen en los documentales; les chorrea sangre de las fauces mientras mastican las entrañas de una cebra. Pero,

Laura

Me siento grande, expansivo. Soy un hermoso mensaje que viaja por los cables de teléfono deseando llegar a muchos oídos. Me estoy vinculando afectivamente con esta primavera, con las noticias que emiten estos días en los telediarios, con el libro que estoy leyendo y con las canciones que ahora mismo flotan. Me estoy vinculando afectivamente con el minuto siguiente que existe de la misma forma en que existen las hogueras que se encaran con la noche. Lo voy a recordar todo en el futuro. Todo te lo debo a ti: me han retirado los cargos de la cárcel de los hombres heridos y me han puesto en libertad. Helicópteros bondadosos han capturado a todos los que quisieron asesinarme. Gracias, Laura. Ayer abrí una foto tuya a toda pantalla y pegué una enérgica lefada que salpicó el monitor. Deja que te diga, con mi mejor voz de James Bond: Laura, la chica de mis sueños sueña con ser como tú. Dios mío, ¿qué es esto? Ahora bromas aparte. ¿Qué son todas estas horas duran

Laura se enfadará cuando se entere de que he vuelto a matar hormigas

He vuelto a matar hormigas, Laura. No me gusta haberlas matado. De pequeño las masacraba. Me portaba con ellas como Yahveh con el antiguo pueblo de Israel. Las castigaba: Las partía por la mitad e inundaba sus hormigueros con agua. Hace años que les pedí perdón y desde entonces no había vuelto a matarlas. Hasta ahora. Este mediodía me he puesto a comer sin haber fregado los platos. Cuando he ido a lavarlos ellas ya estaban allí; hacían peregrinajes desde un agujero de la pared hasta la pica con sartenes y platos. Habían convertido mi cocina en una ruta turística. Me enfadé. No podía tolerar que tomaran la casa. Mandé un diluvio que se las llevó a casi todas. He dejado que algunas escaparan y no ha sido por misericordia; quería que enviaran un mensaje, quería que transmitieran al resto de insectos que con Iván Legrán no se juega. Pobres. Seguro que ahora están implorando asilo político al azucarero del salón. O puede que el recuerdo del desas

Vida inventada junto a una adolescente

Que sepas que ya me he corrido en tu cara un montón de veces. Ya te he ayudado con los deberes. Hemos ido al supermercado, hemos dormido juntos y nos hemos descojonado de la risa meándonos el uno sobre el otro en la ducha. Que sepas que ya te he visto sorprendida turbada perpleja enfadada alarmada y sangrando. Estoy aterrorizado porque sé que el viento nos arrancará los paraguas y terminaremos por mojarnos. Y después qué. Puede que vayamos en bicicleta. Puede que nos quitemos bichos de los brazos y briznas de hierba del pelo. Seremos muy convencionales. Con suerte sonreiremos muy frecuentemente en una casa con el papel de las paredes despegado. Me parece que nos pasaríamos la vida relampagueándonos y queriéndonos mucho. En las fotos sonreiríamos muy alegres. Porque siempre estaríamos follándonos, para hacernos existir brutalmente.

La ciudad

A veces camino por el barrio y paso por delante de casas grandes entre cuyos árboles dejan hilos con CD's colgando, supongo que para que los pájaros no cometan travesuras con las frutas. En esos momentos me parece que las ciudades son hombres tendiéndole la mano a un árbol. Pero es mentira. La ciudad jamás podrá ser eso. He visto incendios. He escuchado bomberos. He oído sirenas que me han confirmado, que las ciudades solo son lugares en donde la gente fallece y luego sus familiares esperan civilizadamente a que coches fúnebres semejantes a tabletas de chocolate con ruedas vengan a recoger los cadáveres. Es difícil ser alguien especial en una ciudad. La escenografía es demasiado grande y está demasiado atiborrada de personajes Algunos todavía sueñan. Otros ya saben que el amor es un lugar al que se viaje en un vehículo que huele a combustible. Te lo digo yo, que soy tan solo otro tú que también ha escuchado encerrado en su cuarto a ambulancias corriendo y a vecinos corriéndose. C

Leila

Hubo una versión de ti y una versión de mí que se amaron. Y eso ni todo el peso del paso del tiempo puede desprestigiarlo. Yo lo recuerdo. Nos recuerdo. De vez en cuando, con mirada tierna e indulgente, limpio nuestro retrato. No parábamos de regalarnos cosas. Podábamos el tiempo y hacíamos cirugías complicadas en las agendas para poder vernos. El dinero sí era importante porque nos servía para comprar tiempo juntos. Viajes. Turbulencias. Maletas que nunca salen por la cinta transportadora y unas ganas improrogables de estar siempre follándonos. Incluso las peleas eran hermosas. Tanto daño, tanta verdad, tantos rayos y truenos con alguien que me importa. Ahora ya nunca me peleo con otras personas. No saben lucharme ni hacerme daño como tú. No estoy triste. Morimos bien, jóvenes y guapos, asesinados entre violines.

Entonces

Entonces seamos enemigos. Versionemos nuestra intimidad en cualquier taberna. Hartemos a nuestros amigos hablando mal el uno del otro, hasta que los años consigan civilizarnos el dolor. Entonces significa de acuerdo, después de todo. Entonces: la vida me ha ido desprogramando para amar o confiar en los recién llegados. Cómo me ha cambiado que cambies, qué cansado, qué aniquilado, cuánta extenuación conlleva la milimetría de los sentimientos. Grandes y blancas, las nubes hoy se mueve como veloces ambulancias. Los días pasan. Las casas crujen por la noche y los cambios no se notan hasta que alguien te los señala. Abro la puerta y la buena suerte ya no entra como un perro sonriendo. Ya no estoy de humor para la buena suerte. Camino por la calle y las paradas de autobús van aullando capitalismo en los días señalados. Quiero pegarte. Mirarte con odio. Cuidarte. Odiarte como yo solo tengo derecho a hacerlo. Entonces, después de ta

Micronovela futurista de terror/humor + análisis

Eres de lo que no hay, le dijo la joven al monstruo de cinco cabezas y tres ojos. Es una micronovela , y no un microrrelato porque condensa dentro de sí muchas preguntas: ¿Qué relación mantienen la joven y el monstruo? ¿Dónde se encuentran? ¿Si el monstruo quiere hacerle daño, podría ella permitirse la frivolidad de hacerle un juego de palabras así? ¿Y entonces? ¿Es una historia de amistad? Pero, de ser así, la escueta descripción del monstruo intenta presentárnoslo como algo decididamente terrorífico; tiene múltiples cabezas, lo cual, metafóricamente, indica inestabilidad psíquica. Además, solo tiene tres ojos para cinco cabezas: hay, como poco, dos cabezas ciegas, lo que plantea una dicotomía entre visión (saber lo que se hace) y ceguera (no saber lo que se hace). Analicemos ahora un poco el personaje femenino de esta micronovela: si aceptamos que el monstruo es terrorífico (y lo es, teniendo en cuenta no solo los cánones occidentales), ¿cómo es que la chica puede ser tan cínica

Escritores de mierda + Terrores de la infancia

Escritores de mierda No existe el terror a la página en blanco. Quienes han hablado de eso no eran escritores, sino gente a la que le hubiera gustado serlo. Yo me lanzo a por las páginas en blanco ardiente, impaciente, ahuyentado de casi todo menos de mis ganas por contar algo. Admito que los escritores siempre nos sentimos un poco heridos porque hay una parte de nuestra obra que solo podemos comprender nosotros mismos. Cuanto mejor es un escritor menor es la parte de su obra que solo puede comprender él mismo, pero siempre hay algo que se pierde por el camino: una caja que se ha extraviado en el camión de la mudanza o bien un recuerdo que se ha dado un golpe durante el traslado. Por ejemplo la imagen mental que tenías de aquel día de verano en el que hacía tanto sol que las hormigas se volvieron amarillas mientras huían en fila india con sus paraguas de pan. Al final, lo que uno termina escribiendo es siempre un charco en el que se refleja m

Robando, envidiando y opinando

Hoy se me ha vuelto a aparecer Marta, así que he venido aquí a sonreírle a una página en blanco. Estos días he estado leyendo bastante poesía y siempre que abro un libro vuelvo a recordar por qué opino lo mismo que opinaba Bukowski: Dios enciende un cigarrillo y piensa: "Dios mío, cuántos poetas hice pero qué poca poesía". Por lo general, no me gusta nada de lo que leo porque es como si  los poetas se masturbasen: solo ellos pueden disfrutar de lo que hacen. Cincelan un material  que en lugar de ser íntimo es privado. No los entiendo. Son raros. Son gente que acumula imágenes raras, frescas y sí, ocasionalmente, originales. Pero la verdad es que solo leo poesía para que las imágenes de otros llamen a las mías. Me mido con esos nuevos poetas. Me infundo ánimos. Me siento mejor al saberme mejor, excepto a veces cuando encuentro a alguien que me parece innegablemente mejor que yo. Lo que hago entonces

For Martha

Se me aparece al final de los días muy largos. Levanta la vista del libro que siempre estaba leyendo y me sonríe como si nunca nos hubiésemos enfadado. Nos conocimos durante un invierno de mantas que no funcionaban. Así que para resumir diré que fuimos muy felices debajo de nuestros paraguas.

Cuerpos y mentes

Cuando eres joven el cuerpo y la mente son cosas completamente diferentes. El uno no piensa en el otro. La mente es una cometa. Sueña. Poemiza lo cotidiano y le deja al cuerpo la prosa.  Pero el cuerpo funciona solo. Flota. Hace todo lo que la vida le pide a alguien sano que haga e incluso, si hace falta, tu cuerpo piensa por ti y te hace aullar a la luz de la luna: te proclamas. Cuando los años pasan es distinto. Un día te desconcentras, cierras el libro que estabas leyendo y piensas en tu cuerpo. A veces te duele. Haces recuento de lunares. Te palpas. Pides cita con el médico. Te imaginas comprando medicamentos. Te miras al espejo. El pelo. El tiempo. Es como si el mar no dejara de perder terreno frente a la arena. Vuelves a abrir el libro. Sigues leyendo, pero más tarde sabes volverás a pensar en tu cuerpo.

Habla del daño

El poema nunca está en la rosa. Está en el daño que la rosa causa. Así que lo mejor es hablar del rastro de sangre que persigue hasta la tumba a quien se pinchó al tratar de arrancarla. Hay que hablar de los estragos: del tallo decapitado y de toda la savia que este supura. Habrá que mencionar a los coches patrulla barriendo con sus luces, siempre demasiado tarde, la escena del crimen. Si hay una rata paseando por el callejón, deja que corretee también por el poema. Si las sirenas de las ambulancias despiertan a los vagabundos, haz que estos abran los ojos y miren al lector al final de alguna estrofa. Detalla la nubosidad que siempre media entre el verdugo y sus víctimas. Pero a la rosa no hace falta que me la describas. Hay demasiadas. Las compramos, las pisamos, las olemos y dejamos que mueran en nuestras casas. No hables de ella, no me cuentes cómo es tu rosa. Mejor ponte en peligro y corre el riesgo de chivarme quién fue su asesino

Se marcha el fuego feliz

Se marcha el fuego feliz. La vejez me viene por la nieve en las cejas. Me hago viejo no siendo pasional. Ya no muero con las muertes ni vivo con las vidas. No voy a los bares. Apenas salgo. Me estoy maldiciendo y ya no le devuelvo la sonrisa a las muchachas. Todas me dan igual porque la vida es como una peli que ya tengo muy vista. Antes de asesinarlas (¿recordáis que les prendí fuego, verdad?), a menudo iba a buscar a Laura o a Anabel a la unidad de trastornos alimenticios. A las 15:00 abrían las puertas y las muchachas salían calladas, nerviosas y sonriéndoles a los cables de alta tensión. Detecté dos tipos de mujeres: las bulímicas que se han deformado para que nadie abuse de ellas y las anoréxicas frágiles y bellas a las que les han exigido tanto que han acabado por romper su cuerpo hasta casi convertirse en pájaros mojados. Nunca estarán bien. Nunca se curarán. Todas serán siempre personas en una especie de libertad condicional. Me hago v

Agujeros negros

Hay gente a la que no puedes salvar. Es gente que siempre se comporta como si estuviera bajo la lluvia con un paraguas demasiado pequeño. No importa lo que hagas por ellos. Da igual que les prestes dinero, o que les regales libros, o que, sigilosamente, sonriendo, les escondas chocolatinas en los bolsillos de las chaquetas; es posible que nunca lleguen a recordar todo lo que hiciste porque están demasiado distraídos dialogando con sus arañas. Ellos son agujeros negros que lo absorben todo sin acumular nada. No les ha sido dado entender que estar vivo es bailar con los dientes sucios. Por eso te recomiendo que no te esfuerces demasiado con ellos. No pierdas el tiempo intentando salvar a quienes no quieren ser salvados. Acepta que el futuro es una lista de espera a la que no todo el mundo quiere apuntarse. Deja que se marchen, o que mueran o que ardan lejos de ti. No es tu culpa si tú puedes ser feliz bebiendo agua del grifo mientras te rodean las sombra

Cambiar de ideas

Cuando me corro me convierto en un adulto al que lo único que le apetece es estar solo. Todas las mujeres fueron como relámpagos: me hicieron daño al caer sobre mí, pero iluminaron brevemente la noche. Sin embargo, cambian las ideas. Con los años empieza a haber un peregrinaje del corazón a la cabeza; las hormonas se van convirtiendo en viejas manchas de sangre que no salen con nada. Se vive mejor a oscuras, sin relámpagos. Sin noches eléctricas. Sin expediciones salvajes hacia lo desconocido: sin esperar a alguien a quien mimar con pan y con estufas. No hay tristeza en este cambio de ideas. A veces, por la calle, te encuentras con algunos perros que parece que estén tristes y sin embargo, de repente, giran la cara y le sonríen al viento. La vida es un pájaro que canta sobre un árbol abofeteado por el dióxido de carbono. Qué grato es ser una adulto que sabe bien que se vive mejor a oscuras. Parece que estén tristes, pero qué grato es ser como

Nota a los editores

Empiezo a tomarme una cerveza en una terraza. La tarde cae y se hace sangre en las rodillas. Vengo de la oficina de correos. Mis pájaros han echado a volar hacia una editorial. No quiero tener buena suerte, solo quiero que lean el poemario. Les he adjuntado esta nota a los editores: "{...] sé que este libro es largo, pero no puedo elegir un fragmento o trocearlo. Sería como si un mafioso os enviara un sobre con un dedo o un saco con un cabeza cortada".

Arded, gemelas

Todos los poemas deberían ser peligrosos. Todos deberían prenderle fuego a los lectores y también llevar a los poetas a compadecer ante los tribunales. Los poemas que traen sonrisas, guiños de complicidad o palmaditas en el hombro no son poemas, son azúcar mezclado con sobras bonitas, con escombros. Los poemas siempre traen problemas. En algunos poemas me he casado. En otros me pongo a charlar con el hijo que nunca he tenido. Hay poemas incluso en los que he triunfado y otros en los que he asesinado a un montón de inocentes. Mi propio abuelo, muerto desde hace dos años, a menudo es resucitado para este poemario. Me quería mucho; viene siempre que lo llamo. Se trae su viejo coche sus cejas de búho astuto y charla conmigo un rato. Los únicos incendios a los que puedes sobrevivir son los que tú mismo planeas. Llevad siempre una caja de cerillas encima. Lo que intento decir es que me he cansado de las gemelas. Laura y Anabel se lo ponen demasia

Pigmalión

Cada vez entiendo mejor el verdadero significado del mito de Pigmalión. Pigmalión eran un rey cansado de buscar reina. -Concededme que lo único que nos cansa de verdad es buscar y buscar sin encontrar lo que se buscamos- Al final, el rey se compró una tonelada del mármol más puro y blanco y él mismo cinceló a la mujer de sus sueños. Ahora salid vosotros a ese mundo cruento y encontrad el amor. Buscadlo en esas ciudades llenas de coches a los que les dará igual atropellaros. Extraed a una sola persona especial de esas ciudades llenas de escuelas que están llenas de adolescentes que se insultan unos a otros o bien se envían fotos desnudos bajo la desatenta mirada de algún funcionario que soñó con dar clases y que ahora sueñan con no darlas. El mundo es un viejo que resuella inclinado sobre sus propias rodillas porque la gente huye hacia adelante teniendo hijos a los que solo puede legarles las preguntas que ellos mismos no supieron contestarse.

El crimen alegre

Anabel me parece tan hermosa como inquietante. Es como cuando vas por la calle y te encuentras con una mujer embarazada que fuma. La ves, y la boca se te abre con una pregunta ¿Por qué lo hace? Anabel está tan delgada que se ha convertido solo en un par de ojos que me miran para pedirme que la proteja del viento. A veces sí, me parece posible. A veces creo que juntos seríamos capaces de detener nuestras hemorragias y de darnos la mano en la playa cuando las olas vengan a estrellarse contra nosotros. Otras veces, simplemente pienso que hay pájaros fríos en la ventana. Porque la vida está llena de cosas que se convierten en otras cosas que te obligan a convertirte en otra cosa. Lo contrario es la nieve. Lo contrario es permitirle al invierno que sonría en los huesos que te rompiste cuando eras un niño. He removido la cuchara en el café; he trazado muchos remolinos de café en mi taza mientras sopesaba lo que es el amor. He llegado a la conclusión de q

Lo mío con Anabel

Hoy he soñado que tú y yo éramos dos niños americanos. Tendríamos unos 10 años y éramos vecinos. Nuestras casas estaban ubicadas uno al lado de la otra. Vivíamos en uno de esos barrios en donde los padres tallan calabazas para sus hijos en el día de Halloween. De repente, en la escena siguiente se escuchaba la melodía circense del camión de los helados y ambos salíamos disparados de nuestras respectivas casas para perseguirlo. Corríamos muy juntos, casi codo con codo, estirábamos una mano mostrando un dólar que el viento ondeaba. Como siempre nos ha ocurrido a ti y a mí, en el sueño también teníamos lo que nos hacía falta para tener lo que nos hace falta. Pero el camión no paró, y el sueño terminó sin que consiguiéramos lo que queríamos. Ahora las cosas que hemos arrojado a la papelera demuestran que ya nos hemos convertido en los adultos que nunca creímos que llegaríamos a ser. Y, sin embargo, no es tarde. Aún llevamos la cafeína de la juventud en n

Rotuladores

Laura, una de las gemelas, la gemela de Anabel, está hospitalizada y hoy he ido a verla. Me la he encontrado sentada entre una chica con el pelo azul y otra chica tan delgada como los pájaros cuando enferman y ya no pueden ni volar. Un tipo se ha desnudado en la sala, una mujer no paraba de persignarse. A mí eso me da igual, los locos no me parecen tristes ni sórdidos; es como cuando vas en coche y te encuentras con un montón de molinos eólicos en mitad de una enorme extensión de campo: la vida está llena  de cosas violentas normalizadas. A mí lo único que me ha producido tristeza de mi visita a Laura ha sido habérmela encontrado con la mirada perdida  y con una caja de rotuladores en el regazo. 24 rotuladores de la marca Crayola y, sin embargo, no eran rotuladores, eran quizás un gato,  o quizás un rebaño de colores que se habían quedado dormidos sobre el regazo de Laura. ¿Qué hacía esa muchacha cuya única pasión es dib