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Mostrando entradas de julio, 2021

La sociedad de los demonios de ojos rojos

Con 10 años no sabía que a veces el flash de las cámaras de fotos hace que la gente fotografiada aparezca con los ojos rojos. Estábamos en casa de un familiar lejano. Más que lejano, diría que remoto. Estos parientes que no son ni de sangre ni de leche. Sino que son el primo de alguien que sí que es tu primo. El caso es que había un chaval de mi edad. Puede que un poco más mayor y por eso más chulo. Me enseñó una foto en la que aparecía un montón de gente completamente normal a excepción de los ojos: eran rojos. El chico no me dejó tiempo para preguntar, simplemente me espetó: Son demonios. Son una sociedad de demonios de ojos rojos. Anda ya, repuse yo. Que sí, coño. ¿Por qué te piensas que tienen los ojos rojos? Pero no le digas nada a nadie. Solo lo sabemos tú, yo y otro amigo mío. No no, no digo nada. El chico me tendió la foto para que la observara mejor. Si no fuera por esos ojos sanguinolentos que lo demonizaban todo aquella gente hubiera pasado por gente perfectamente normal y c

Mi letra

Todo el mundo me ha dicho siempre que mi letra es una mierda. Y supongo que lo es. Si mi letra se convirtiera en un personaje de ficción se convertiría en Quasimodo, el jorobado de Notre Dame. A los 18, cuando hice la selectividad, tuve que ir a leerle mis exámenes al corrector. Mi padre siempre se ha avergonzado de mí por mi letra. El muy cabrón hace letra Courier 12 Itálica. A él le importaba una mierda que desde muy pequeño yo no hiciera faltas de ortografía y supiera escribir; lo que a él le importaba era que su letra parecía de molde mientras que la mía, lejos de estar bien formada, parecía sietemesina. Vale. La gente tiene razón. Mi letra es una mierda. Si un grafólogo observara mi letra con detenimiento se santiguaría y durante unos días dormiría con un crucifijo debajo de la almohada. Pero a mí mi letra me gusta. Me representa. Mi letra es yo en letra. Me refiero a que tengo una letra rápida, despeinada, que dice rabiosamente lo que quiero decir. Tengo una letra que sigue siend

Hablamos mucho con las cosas

En mi familia, siempre hemos hablado mucho con las cosas. El primero, mi abuelo, que cuando limpiaba su coche parecía que estaba pasándole la esponja a un delfín triste que necesitara mimos. Mi madre, a veces, cuando se peleaba con mi padre, se encerraba en su habitación, sacaba sus joyas y se ponía a hablar con ellas en voz baja. Nada de lo que vea en este mundo podrá ponerme tan triste como la imagen de mi madre guardando de nuevo sus joyas después de haber charlado un rato con ellas. De pequeño yo tenía un muñeco al que le puse de nombre Astraco . Era naranja, tenía antenas y venía del espacio exterior en son de paz. Un buen día (un mal día), mi madre, la muy hija de puta, me lo tiró a la basura. Porque sí. Porque lo vio muy viejo y ocupaba mucho sitio. Aquella semana escribí varias cartas de despedida e intenté escaparme dos veces de casa. Mi madre no entiende que Astraco y yo acumulamos más horas de conversación de las que jamás acumularemos ella y yo el resto de nuestras vidas.