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Mostrando entradas de febrero, 2018

El crimen alegre

Anabel me parece tan hermosa como inquietante. Es como cuando vas por la calle y te encuentras con una mujer embarazada que fuma. La ves, y la boca se te abre con una pregunta ¿Por qué lo hace? Anabel está tan delgada que se ha convertido solo en un par de ojos que me miran para pedirme que la proteja del viento. A veces sí, me parece posible. A veces creo que juntos seríamos capaces de detener nuestras hemorragias y de darnos la mano en la playa cuando las olas vengan a estrellarse contra nosotros. Otras veces, simplemente pienso que hay pájaros fríos en la ventana. Porque la vida está llena de cosas que se convierten en otras cosas que te obligan a convertirte en otra cosa. Lo contrario es la nieve. Lo contrario es permitirle al invierno que sonría en los huesos que te rompiste cuando eras un niño. He removido la cuchara en el café; he trazado muchos remolinos de café en mi taza mientras sopesaba lo que es el amor. He llegado a la conclusión de q

Lo mío con Anabel

Hoy he soñado que tú y yo éramos dos niños americanos. Tendríamos unos 10 años y éramos vecinos. Nuestras casas estaban ubicadas uno al lado de la otra. Vivíamos en uno de esos barrios en donde los padres tallan calabazas para sus hijos en el día de Halloween. De repente, en la escena siguiente se escuchaba la melodía circense del camión de los helados y ambos salíamos disparados de nuestras respectivas casas para perseguirlo. Corríamos muy juntos, casi codo con codo, estirábamos una mano mostrando un dólar que el viento ondeaba. Como siempre nos ha ocurrido a ti y a mí, en el sueño también teníamos lo que nos hacía falta para tener lo que nos hace falta. Pero el camión no paró, y el sueño terminó sin que consiguiéramos lo que queríamos. Ahora las cosas que hemos arrojado a la papelera demuestran que ya nos hemos convertido en los adultos que nunca creímos que llegaríamos a ser. Y, sin embargo, no es tarde. Aún llevamos la cafeína de la juventud en n

Rotuladores

Laura, una de las gemelas, la gemela de Anabel, está hospitalizada y hoy he ido a verla. Me la he encontrado sentada entre una chica con el pelo azul y otra chica tan delgada como los pájaros cuando enferman y ya no pueden ni volar. Un tipo se ha desnudado en la sala, una mujer no paraba de persignarse. A mí eso me da igual, los locos no me parecen tristes ni sórdidos; es como cuando vas en coche y te encuentras con un montón de molinos eólicos en mitad de una enorme extensión de campo: la vida está llena  de cosas violentas normalizadas. A mí lo único que me ha producido tristeza de mi visita a Laura ha sido habérmela encontrado con la mirada perdida  y con una caja de rotuladores en el regazo. 24 rotuladores de la marca Crayola y, sin embargo, no eran rotuladores, eran quizás un gato,  o quizás un rebaño de colores que se habían quedado dormidos sobre el regazo de Laura. ¿Qué hacía esa muchacha cuya única pasión es dib

Serpientes

Dime que al final del día seremos serpientes. Meteremos nuestras prendas en el cesto de la ropa sucia, y también nos quitaremos los brazos y las piernas como si todo fuera la muda de una piel antigua. Llegaremos a la cama reptando, hermosos, puros como dos ingredientes que se sonríen antes de descubrir algo juntos. Llegará el día en que nos mostraremos nuestras radiografías. Señalaremos aquí, aquí donde el relámpago de la fractura cruza por la nube de nuestros huesos de niño. Intercambiaremos la prosa científica de nuestros análisis de sangre. El mal aliento será bueno. Llegará ese día, para eso está la vida; para que llegue ese día en que estaremos autorizados. No habrá más tráfico que impida que uno cruce hasta el otro. Ten por seguro que ensangrentaremos los relojes con nuestras nuevas aventuras. Umbilicaremos nuestro viaje. Seremos cordones unidos. Tubos para juntar la suerte. Cilindros. Serpientes.