Cuando hablo de mi padre el paisaje se vuelve borroso como mi alma insegura. En sus últimos años mi padre tenía la mirada caduca de las cintas VHS. No sé hablar mejor de él. Cuando hablo de mi padre soy una bombilla. Parpadeo y doy bien la luz solo a veces. Quizá debería destituir la soledad de esta casa con un perro. Pero no. No quiero otro perro. Ya tuve una perra y sé que los perros no son más que niños que mueren de cáncer durante su adolescencia. Si los pájaros creen que las antenas de televisión son ramas de árbol, yo puedo dejar una manta sobre mi sofá y creerme que Andrea ha vuelto a quedarse dormida en mi casa. A veces pienso que si friego los platos muy bien todos mis seres queridos volverán conmigo.