El otro día después de tomar unas cervezas me puse a llorar porque me acordé de mi perra muerta. Me acordé de que su barriga olía a sol y a aburrimiento. Cuando salía con ella por la calle algunos conocidos se burlaban de su rabito corto y me preguntaban que si se lo habíamos cortado cuando nació. Yo bajaba los ojos y sonreía, pero con la voz del pensamiento les decía: Ojalá le hubieran cortado el rabo a tu puto pad re. Escribo tantos poemas sobre mi perra porque los perros muertos continúan ladrándole a sus dueños vivos Escribo tantos poemas sobre mi perra porque un perro es lo más importante que puede ocurrirle a un niño.