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Mostrando entradas de 2017

Versión cancelada

Me hubiera gustado reproducirme contigo. Confeccionar todo lo venidero. Llevarnos al punto de ebullición, intensificándonos en lugar pequeños. Me hubiera gustado ser contigo lo único que puedo ser contigo: un hombre bueno con toda su historia contada. A veces me parece que he visto la cinta roja. Nos bastaba con coger las tijeras, cortarla, recibir los vítores y los aplausos, e inaugurar nuestro futuro. Pero ambos sabemos que nunca podremos mirarnos ferozmente, ni darnos un atracón de nuestro amor, ni dejar de manipular explosivos enlatados en este fastidioso sigilo. Sin gafas soy un hombre todavía más cansado que se pregunta todo el rato cuánto silencio, cuántas miradas tristes. Cuánto lenguaje no verbal nos hace falta aún para documentar una historia que nunca va a escribirse.

Correrse en servilletas

Todas las chicas que conocía se marcharon hace tiempo en trenes negros enganchados a locomotoras furiosas que no sabían nada sobre las historias que estaban tachando. Uno luego va creciendo así, un poco tachado por sus historias. Un poco buscando en la papelera del pasado arrugados décimos de lotería que tiramos sin fijarnos bien en lo que ponía. Pero en verdad sí que nos fijamos, y va llegando con los años también esta certeza de que ninguna de esas viejas bolas de papel arrugado podría haber contenido nunca la combinación ganadora. No estuvo tan mal, tengo que admitirlo. Fue necesario y tuvo su parte buena: agrandarse con alguien, fijarse en alguien ferozmente y forcejear con la alegría hasta terminar rendidos como bestias después de haber jugado demasiado. Pero es eso, tanto jugar cansa. Y ahora me parece que todas las chicas vienen con un pan mordido bajo el brazo. Ya no soy, ya no podremos volver a ser nunca tan jóvenes como entonces, cuando para c

El rey de toda esta ciudad

Un día, paseando con Ernesto por el barrio de Gracia, le tiré a mi amigo de la manga, mientras pasábamos por la calle de Mozart y le dije, poniendo una sonrisa que servía de portada para una hermosa historia: Eh, Ernesto aquí vivía Carla. Guisaba para mí. Me refiero a que me escribía cartas de amor de pollo con ciruelas en interlineados de ensalada con frutos secos. Una vez, Carla llegó a repartir dinero entre sus compañeros de piso para que se marcharan y nos dejaran cenar tranquilos. Recuerdo con especial cariño una ocasión en que me recibió disfrazada de Ariadna: al abrir la puerta de su casa me encontré con un rastro de hilo rojo de lana que me condujo hasta su cuarto. Al entrar, la hallé en su cama desnuda y al verme prorrumpió en un grito horrorizado: ¡Socorro! ¡Ayuda! ¡Se me ha colado un minotauro! Oh, ahora lo noto, el dolor en el reloj. Qué tiempos tan buenos. Teníamos las manos llenas de un oro que entonces era invisible. Nunca me lo

Días de corrección

Todos mis pájaros siguen vivos. Los más recientes son yo. Son yo con alas, mirándome desde las ramas. El resto ya no se parece tanto a mí, pero me siguen mirando y lo que cuenta es que siguen vivos. Todos, y son muchos. Algunos han perdido un ojo durante la batalla del tiempo. A otros, les he tenido que corregir el plumaje. Pero están ahí, vivos, curiosos. Cada uno con su tiempo y con su sangre. Todos son certeros. Me creo sus canciones, fueron las mías. En el fondo, casi todos hablan de lo mismo y miran a las chicas como se mira al mar o al fuego: de una manera infinita. Es normal. Las cosas tan hermosas nunca se terminan. Mi abuela hacía unas sopas tan calientes que las cucharadas parecían aviones incendiados. Soplábamos y soplábamos antes de que me las llevara a la boca, pero lo cierto es que aquel calor nunca se termina. Todo lo que sabes, todo lo que imaginas continúa siempre funcionando. Y qué hermoso es este gerundio que no deja que

La maldición de los Legrán. Niños radiactivos. El estirón y los caballos muertos

La maldición de los Legrán Siempre supe que se me caería el pelo: Yo conocí a mi bisabuelo. Tenía la casa llena de pájaros y de joven fue minero. Siempre pensé que era un hombre malo porque en mis fantasías de niño pequeño creía que se llevaba los pájaros a la mina. Me imaginaba a mi bisabuelo con el casco con linterna, el pico y la pala. De vez en cuando dejaba de picar para echarle un vistazo al pájaro con el que bajaba. Si el pájaro había muerto el bisabuelo salía corriendo de la mina. Uf, ha ido de un pelo -exclamaba, pasándose un brazo por la frente, el maldito viejo. La cosa es que mi padre siempre ha llevado en la cartera una foto suya acompañado por su padre (mi otro abuelo) y por el asesino de pájaros. Mira, Iván - me decía mi padre. Míranos a los tres. Las tres edades. Yo le matizaba: Las tres edades no...  ¡Las tres calvas! Y entonces mi padre, dolido y vengativo me lanzaba la siguiente maldición gitana

El salto

Esta noche mientas me dirigía al trabajo me he encontrado con un gato muerto por el camino. Era un gato común y corriente, uno de esos que van buscando asilo bajo el poso caliente del motor de algún coche. Muchas noches me tropiezo con animales muertos  y eso me lleva a pensar que la calle está emboscada de pequeños tictacs de la muerte que saltan sobre los animales sin que se dé cuenta nadie. Seguramente el gato acababa de morir; el cuerpo no estaba sucio,  no había moscas. La luna lo intentaba cubrir con una inútil manta de plata con sombras. No suelen pesarme los animales muertos pero este estaba tan entero, parecía tan resucitable con solo  el toque adecuado de varita... El resto del trayecto hacia  el trabajo me lo he pasado mirando arriba, a la luna: caminaba conmigo, nos observábamos el uno al otro. En estos raros momentos en los que el cosmos me parece casi una mujer bonita que se detiene a hablar conmigo prometo siempre estudiar

Eres muy guapa

Hoy te he dicho que eres muy guapa y tú me has respondido que no, que no lo eres y que si fueras un gato serías un gato común y corriente. Me da igual. Mañana volveré a decirte lo guapa que eres y tú puedes seguir insistiendo en que solo eres un gato común y corriente. Me propongo esperar todos los incendios de este mundo con una cerveza en la mano y me gustaría mucho que tú estuvieras a mi lado, porque estoy cansado de este trampolín sangriento y soltario desde el que hago saltar todos los poemas. Últimamente, a veces, me sorprendo recomendándome esta luz, aconsejándome este calor en el que podría ver cómo arden todos los archivos del terror y todos los viejos escenarios tiroteados. Quiero que evitemos juntos las corrientes de aire. Quiero que crucemos en verde y que escapemos de las enfermedades. Corramos más. Convirtamos la vida en este masaje de aconteci

Me gusta hablar de los muertos y de los desertores

Me gusta hablar de los muertos. Repasar sus historias, reactivar sus anécdotas y sus bromas. Hablo de mi abuelo como si intentara trazar letras con una bengala en una noche de San Juan. También me gusta hablar de los desertores, de las mujeres que se marcharon arrojando una cerilla encendida, prendiéndole fuego al bosque para luego marcharse sonriendo en la noche. Me gusta sentarme en la primera fila del cine del pasado y limpiar recuerdos como quien se pone a engrasar un revólver. Siempre que quedo con Rubén terminamos hablando de mi abuelo y de su padre muertos. Rubén desenrolla recuerdos de cómo le hacía curas a su padre cuando el cáncer apestaba a cáncer. No hay tristeza en nuestras conversaciones. Ni siquiera parecen relatos de muerte, porque al final la muerte se convierte, para los vivos, solo en una historia más que contar. Es como si su padre y mi abuelo hubieran terminado de escribir sus novelas y ahora nosotros pudiéramos manejar con mayor

Demasiada importancia a los lugares

Detesto viajar. Es un coñazo. No me hace ninguna gracia decirle adiós a mi casa. Ponerme a doblar tantas versiones de mí como días de futura ausencia, y luego apretujarlas todas en una maleta. Antes de echar la llave con fuerza me pondré a pensar, con el ceño fruncido, en si habré dejado suficiente comida para los gatos. A su manera, las persianas se despiden de mí dejando que se filtre una luz sin raza, de ciudad. Una luz hecha de gorriones y de madrugones. Lo malo de viajar no es viajar en sí, sino el viaje. A mí viajar me divierte. Ver el mar desde el avión. Notar el tobogán del vértigo en el estómago durante la ascensión... Coger aviones es una atracción de feria para adultos. Pero prefiero los coches. Advertir la trepidación con la que se zampan las carreteras, poner música y renovar la certeza de que los coches son tal y como los dibujábamos en la infancia; pequeñas casas con ruedas. Así que viajar me gusta, pero no me gustan los vi

5 años

Ya hace 5 años que escribí Lagartos. La novela me descubrió muchas cosas, la más importante de ellas fue que, a nivel sentimental, entendí que ya podía fumarme un cigarrillo en el jardín trasero mientras veía mi casa arder. Si tuviera que volver a escribir una novela sería exactamente esta otra vez: están todos los temas que me importan y que he seguido ensayando de nuevo en casi todos los poemas. El texto fue acogido por mi pequeño círculo de amigos con opiniones muy dispares: "Hay personajes machistas", "hay conversaciones muy forzadas", "este personaje es muy inocente". Yo creo que en realidad, lo único que ocurre es que los personajes de la novela empiezan siendo demasiado jóvenes. Os dejo el primer capítulo, para mi funciona igual de bien que cuando lo escribí. 1 Disfrazado de esqueleto (un pijama negro al que su  madre le había enganchado con la plancha unos adhesivos de huesos) James Chamberlaine miró a Fabiana Marlowe

El perro

El perro es negro, es fiero,  es gigante y qué dientes. A veces el perro me mira desde la oscuridad con sus ojos brillantes. En otras ocasiones lo escucho venir detrás de mí. Cuando aprieto el paso para alejarme de él la pierna que me rompí el pasado año me sonríe con el ocasional relámpago que dejan  las heridas vencidas. Este maldito perro mordió hace dos años a mi abuelo y, sin embargo, sigue por ahí suelto haciendo de las suyas. Y ahora encima la ley prohíbe echar azufre en las esquinas. Tengo miedo y no solo por mí. Temo que este perro empiece a perseguir a mi madre, que empiece a olfatearla, a mirarla como me mira a mí a veces: desde la oscuridad y con los ojos brillantes. Cuando oigo al perro venir  en pos de mí intento auyentarlo, entretenerlo hablándole de los poemas y de las mujeres que vendrán en el futuro. Suele funcionar, aunque no es un método seguro. Cuando funciona el perro ralentiza su paso y aprovecho para echa

Un escritor famoso

No sé por qué escribo como si ya fuera un estor famoso. Como si todos me conocieran y estuvieran esperando mis palabras. Escribo como si mis pájaros hubieran echado a volar por todo el mundo en lugar de seguir aquí; pasa el tiempo, cada vez me crujen más los huesos de la espalda y mis pájaros siguen aquí, conmigo, copando las ramas del árbol de casa. A veces, como mucho, aciertan a posarse en el dedo del algún amigo. Y, sin embargo, es imposible escribir de otro modo, como si pensara que lo que digo no fuera especial o como si escribir no resultara ser una fábrica de sentido. Siempre que llueve creo que la lluvia viene a por mí; a derribar mi casa, a matarme, a llevarse las pocas joyas de mi madre y a arrastrar furiosa los álbumes de fotos de mi familia. La semana pasada apuñalaron a una joven frente a mi casa. Vi llegar a la policía: a los agentes, a los científicos y, por supuesto, con una a gruesa cámara colgada del cuello, al fotógrafo

Otoño

Septiembre. Se acerca mi cumpleaños. El verano ya lleva un buen chorro del whisky del otoño encima. Al viento le están saliendo los dientes y los árboles han comenzado con su hermosa quimioterapia. El oleaje se hace más agresivo. Cuando llego con la bici hasta la playa, veo las olas tirando del mar como si quisieran sacar del mar al mar. El otoño no tiene sentido si no eres un niño. Ya no está ese olor químico y esperanzador de los libros nuevos del colegio. Todo es viejo, sabido. Ya no hay reencuentros significativos. Para los adultos el verano no es ninguna pausa. La rueda de la vida, repleta de misterio, solo vuelve a ponerse en marcha de verdad para los niños. Ahora todo se me hace el mismo viaje en barco, sin escalas, hacia la vida y la muerte. Aun así, el otoño es mi estación favorita. Me gusta, más que nunca, cómo la noche lleva sus farolas. Los charcos. Las mujeres intensificando gradualmente su ropa hasta el gran apogeo del

Ciudades sin miedo

Pocos días después del atentado, los medios de comunicación han fabricado tanta información que ya empiezan a darme igual los heridos y los muertos. Lo que no me da igual es el miedo, el modo en que esta ciudad ha comenzado a afilar sus relojes. Cierran los metros pero circulan las opiniones. Hay nuevos gestos, nuevas maneras de ser sospechoso y, por supuesto, todo está lleno de maletas llenas con la posibilidad de la muerte. Después de décadas de afonía las sirenas de las ambulancias y de la policía han recuperado la voz y la capacidad de propagar el incendio del terror por los pajares de la ciudadanía. Como en las mejores campañas de publicidad las redes sociales han inventado una nueva necesidad; ahora después de un atentado te sientes obligado a clicar sobre un mensaje para tranquilizar a todos tus contactos: Estoy bien. Estoy a salvo de los atentados. Pero nadie está a salvo porque el crimen favorito del terror no es el asesinato, sino el allanamient

Continuando

A veces charlo con el amor, siempre en días de lluvia y siempre debajo de un paraguas negro. Él ya no me promete nada nuevo. Solo habla del pasado; de cosas que convertí hace ya mucho tiempo en poemas. Yo siempre le respondo cansado. Le insisto en que ya he visto todas las señales de tráfico del amor. Él fuma. Suelta humo bajo el paraguas. Ríe gris y se va cuando ya no sabe de qué más hablar. He hecho una nueva amiga. Tiene 18. Se coge al sillín de mi bici yendo en patines. ¡Socorro! ¡Una chica de 18 se ha enganchado a mi bicicleta! La gente sonríe al mirarnos. Chicas así, jóvenes, bonitas. Chicas sobre las que la vida aún no ha apagado ningún cigarrillo son las únicas flores de verdad que puede haber en una ciudad. Quiero preguntarle cosas. Muchas cosas. Me apetece convertirme en un sabio de ella. Vamos al camino de la playa. Allí está la funeraria en donde enterraron a mi abuelo y a mi abuela y, aunque el horno crematorio está en otra parte, s

El incendio

Siempre pienso mucho en él. Pero últimamente, pienso más que mucho en él. Es lo que tiene vivir en donde él vivió; mucha gente lo conocía, mucha gente me saluda solo porque fui (y soy) soy nieto. Este poema no habla, como el de Annie, sobre el fuego; sino sobre el humo. Sobre las personas que son tan largas que siguen existiendo después de haber dejado de existir. Creo que este es el mejor poema que he hecho sobre mi abuelo. El incendio Ayer se incendió la fábrica en donde mi abuelo se pasó toda la vida trabajando. Bela me llamó. ¿Estáis bien? La nube tóxica había salido en las noticias: Era muy negra y musculosa. Si hubiera estado vivo mi abuelo habría ido a presenciar el incendio . Habría ido porque él era un hombre que nunca había sabido tratar a las cosas como si solo fueran cosas: Hablaba con su coche mientras le cambiaba el aceite. Acariciaba los prismáticos antes de devolverlos a su funda. Cuando terminaba de zurcir un calcetín, se llevaba e

Por el camino de la playa

Annie nunca quiso escaparse conmigo. Robar bancos. Huir. Registrarnos juntos en hoteles usando nombres falsos de ladrones famosos. Podríamos haberlo hecho. Podríamos haber migrado constantemente hacia veranos como este en el que apenas llueve pero en el que las tormentas eléctricas hacen que el verano no pare de rechinar los dientes. Hubiéramos ido a lugares peligrosos. Depósitos de agua con las patas frágiles y rayos que hacen que la gente mire al cielo mientras acaricia el lomo de sus biblias. Podríamos haber viajado en coche sonriendo hacia el futuro. El mundo entero hubiera sido tan solo un montón de polvo y de cadáveres detrás de nosotros. Se podía. A esa edad se podía hacer de todo. Alimentarnos del sol reflejado en los charcos. Ser salvajes y olvidarnos de que en casa para leer y para ver la tele necesitamos ponernos las gafas. Pero Annie no quiso y ahora la vida ejerce sobre mí una mirada marchita. Camino, aburrido y furioso por el c

Hablar con fantasmas

A veces, cuando estoy borracho, se me hace ver por la calle fantasmas de la gente a la que amo. Son fantasmas amables, esperanzados, les hace ilusión encontrarse conmigo por la calle. De vez en cuando hablo con ellos. Ayer hablé con Vanesa. Siempre me ha gustado su voz inteligente y dulce, como una chuchería olvidada junto a un libro de matemáticas. Me gustaba su sonrisa hermosa  de dientes raros, como de niña que no fue rescatada a tiempo por los brackets. Hablamos del verano, de nuestros planes. Ella no tenía dinero para viajes. Yo le conté que pienso pasarme todo el verano enviando pájaros a todas las editoriales  de Barcelona. Los pájaros entrarán de algún modo en esos edificios de puertas siempre cerradas. Volarán hasta las ventanas, se colarán en los despachos, posarán sus patitas en los escritorios de los editores y cantarán esta canción: Señor editor,  Iván Legrán es un hombre que ha trabajado limpiando a otros hombres  c

Amortales

Mientras los perros le sacan la lengua al verano, yo me pongo las botas de fútbol y le doy toques a alguna frase. El tiempo es oro. Al menos, hasta que los científicos logren, con tiempo, (y con oro) que el oro sea tiempo. Entonces, para quienes tengan oro el tiempo no será oro y para quienes no lo tengan no habrá tiempo. Será lo de siempre pero para siempre.

Una chica jovencita me pide en un chat consejos sobre cómo se debe escribir un poema

Robando. Matando. Follando. Resucitando a quienes eches de menos y violando a quienes no pudiste amar en la vida real. Aquí, a menudo, he resucitado a mi abuelo y también me he ensangrentado las manos matando a quienes he necesitado matar. También he robado. He usado en mi propio beneficio las frases que más envidiaba de los demás. Pero sobre todo he logrado pasar a limpio los informes que se redactan en el caos de las oficinas del destino. A veces simplemente es la hora de la brisa. Otras veces solo se trata de venir aquí a vigilar y recontar mi amor sin límites. El otro día se doctoró un amigo y hubo una gran fiesta. No pude evitar sentir que yo siempre me invito a una fiesta parecida después de terminar cada poema: Siempre que termino de escribir es como si me vida hubiese ido bien; como si me hubiera casado, hubiese tenido hijos, me hubiesen publicado, mi abuelo hubiese tenido una muerte en paz y mi madre tuviese un buen final asegurado. Esa fie

Mejor con el corazón muerto

La ciudad está llena de gente con el corazón muerto. En realidad, eso es bueno. Nunca tendremos lo que tuvieron nuestros padres, porque ellos tampoco lo tuvieron; todas las familias que conozco esconden un gran avispero en el granero. La ciudad está llena de gente con un corazón muerto que estuvo vivo. El mío lo estuvo; logró vivir una historia que no duró tanto y cada vez creo que duró menos. Y, sin embargo, para contarlo hace falta contar de otra manera. No fueron meses; fueron muchas líneas de diálogo en medio de una ciudad erizada de sonidos y de gentes que nos daban igual. No fueron meses; fue un perro ladrando a lo lejos medio triste y medio alegre. Y mientras el grifo de la cocina imaginaba ser el segundero de un tiempo diferente no supimos darnos cuenta de que la casa estaba decorada con la irrepetible luz de ser jóvenes. Creo que íbamos a comprar tan lejos de casa para tener más tiempo para hablar. Una vez incluso me derramaste encima l

Homenaje a Charles

A Charles. A Charles y no a Bukowski. Nunca a Bukowski. Hay que homenajear usando el nombre de pila. No podemos tratar a los poetas como si fueran personas desconocidas,  después de que se hayan pasado toda la vida crisalizando (sí, de crisálida) sueños y recuerdos para metamorfosearlos luego en rosas frescas con las que siempre podamos volver a mojarnos. Nos sigue gustando Charles Bukowski porque Charles Bukowski era el más Charles Bukowski de todos los poetas. Sí, no me miréis así. Sé que me entendéis. Dicen que era machista. Para mí no hay nada menos machista que un hombre admitiendo cada 4 ó 5 poemas que necesita a las mujeres. Maldita sea, ¿quién no las necesita? Hubo una época en que yo me tomaba a las mujeres como si fueran ibuprofenos; ocasionalmente, solo para combatir los dolores más fuertes. Nos sigue gustando Charles Bukowski porque entendemos que el humo y el alcohol tejen la escafandra perfecta para zambullirse en los recu

En caso de incendio...

El poema "Una fot o de la vejez" me ha recordado, forzosamente, a la primera vez que me dio por hacer un poema basado en encabalgar un texto instructivo de manera que emergiera esa potencia que existe en casi cualquier texto cotidiano y bien redactado. Esto me hace pensar en los re franes. En el Quijote, muchas veces, Sancho mete refranes sin ton ni son y el resultado es tosco, desajustado y muy deslucido. Sin embargo, cuando el propio Quijote utiliza bien un refrán este vuelve a brillar y se produce un ajuste que le devuelve a los refranes su calidad original de sentencia. Cuando un refrán se desenfunda en el momento correcto es potente y precioso, y es muy fácil convertirlo en un verso efectivo: Agua que no es de beber... déjala correr. Volviendo al texto del que me he acordado debido a "Una foto de la vejez", tengo que decir que es un poema que trata sobre cómo ponerse a salvo del fuego. Eso es lo que siempre intenté hacer con mi querida (y od

Yo y las hormigas

Voy a pasarme el verano bebiendo y dejando que las hormigas trepen por mi brazo. De niño las mataba, pero ahora son mis amigas y ya me han perdonado todos los crímenes de la infancia.

El Cuentacuentos

Este año he sido un lector muy feliz. Esta felicidad se debe a que, a mis 31 añazos, acaban de contarme el mejor cuento de mi vida.  Hace un mes terminé "El viento por la cerradura", y con él, concluí por fin "La Torre Oscura" de Stephen King. Nadie que escribiera tan bien como Stephen King había sabido narrarme historias .  Supongo que, hasta ahora, podía decir que mis novelistas favoritos eran Mishima, Marsé o John Irving, pero, si hablásemos usando una alegoría gastronómica, el asunto se resumiría en esto: Mishima, Marsé e Irving son muy buenos haciendo arroz, pero solo saben cocinar arroz. Cuando han intentado cocinar con otros ingredientes el plato perdía sabor. Las pocas novelas de Mishima que no siguen el patrón de "chico se enamora del misticismo de un guerrero y saborea esa nostalgia en un Japón moderno" no funcionan. Las pocas novelas de Marsé que no se basan en "chico del Carmelo se enamora de pija inaccesible mientras un detective

Una foto de la vejez

Este es uno de los poemas que he escrito con menos versos originales míos. Casi todo el poema es, simplemente, haber encabalgado a mi manera un texto sobre "síndromes geriátricos". Me ha parecido bonito hacerlo así; añadirle solo 2 ó 3 pinceladas sentimentales a un montón de síntomas; para mí es eso la vejez. Además, lo que cuenta es la mirada, ¿no? A veces hacer poemas es sacarle fotos al futuro. Una foto de la vejez Incontinencia urinaria. Incontinencia fecal. Incontinencia a la hora de recordar todo lo vivido. Alteraciones sensoriales en especial de la vista y del oído. Trastornos de la marcha, caídas. Insomnio. Demencia. Siempre es otoño en la boca demasiado herida. Anorexia. Deshidratación. Los veranos se convierten en otros veranos en donde la luna era más grande y no existían las guadañas. Úlceras por presión. Dependencia por deterioro general. Una lista escrita con mucha lentitud en el salón

Te espero

T e espero en la soledad. Te espero en la parte de mí que siempre te espera. La parte de mí que escribe esos extraños sueños tan normal es en los que siempre regresas. Te espero en nuestro calendario, escuchando perfectamente cómo reclaman su fuego todas velas. Me gustaría, al menos, mancharme las manos con tu cadáver correcto; Vete, lárgate, muérete pero no agrandes más esta cuenta atrás que siempre avanza hacia adelante; Sé eterna para otros. Siempre he pensado que el único hijo que de verdad importa es esa última página de la vida que la gente revisa cuando la muerte viene a buscarle. No quiero que allí te me aparezcas. La última vez que te vi tu nevera seguía dibujando frío entre Coca-Colas light y tónicas. Todas tus metas parecían estar más cerca, detrás de toda esa niebla. Y, sin embargo, el grifo de tu cocina continuaba hablando el mismo idioma de la última palabra. Vete. Sé eterna para otros.

Después de lo de Natalie

Mis amigos saben de lo mío con Natalie Portman. También saben que lo mío con ella nunca fue algo de ella conmigo. Estos dos últimos años he estado escribiendo mucho y, sobre todo, siendo un poco Manolo García; me he pasado estos dos últimos años haciendo pájaros. Y como es imposible echarlos a volar en páginas de papel o esperar que ganen un concurso de pájaros... Creo que por ahora bastará con dejarlos volar por aquí. Iván Legrán Bizarro