El poema "Una foto de la vejez" me ha recordado, forzosamente, a la primera vez que me dio por hacer un poema basado en encabalgar un texto instructivo de manera que emergiera esa potencia que existe en casi cualquier texto cotidiano y bien redactado.
Esto me hace pensar en los refranes. En el Quijote, muchas veces, Sancho mete refranes sin ton ni son y el resultado es tosco, desajustado y muy deslucido. Sin embargo, cuando el propio Quijote utiliza bien un refrán este vuelve a brillar y se produce un ajuste que le devuelve a los refranes su calidad original de sentencia. Cuando un refrán se desenfunda en el momento correcto es potente y precioso, y es muy fácil convertirlo en un verso efectivo:
Agua que no es de beber...
déjala correr.
Volviendo al texto del que me he acordado debido a "Una foto de la vejez", tengo que decir que es un poema que trata sobre cómo ponerse a salvo del fuego. Eso es lo que siempre intenté hacer con mi querida (y odiada, y muchos otros participios) Annie. Fuego que no es de beber...
En
caso de incendio
Mantén la calma.
Sé que no lo harás, pero
no grites.
Intenta salir del edificio
sin pensar en tus objetos personales.
Los móviles se pueden reemplazar
comprometiéndote un poco más con la compañía.
El poliéster y el algodón sintético
pueden asfixiarse en su taquilla
sin proferir gritos.
Toca las puertas antes de abrirlas.
Si están calientes, no las abras.
No cojas los ascensores.
El fuego es un invento muy antiguo
y en algunas cosas se le nota lo viejo;
por lo general
al fuego le da demasiada pereza
subir escaleras.
En caso de quedarte acorralada en alguna sala
trata de tapar las rendijas de la puerta
humedeciendo cualquier cosa que tengas a mano
y pide socorro por la ventana.
Si en algún momento llegaras a prender, no corras.
Es fácil decirlo… Pero oxigenarías el fuego
y te convertirías en una antorcha;
el susto te haría respirar tan rápido
y tendrías tanto miedo a la muerte
que morirías sin darte tiempo para vislumbrar
la lista de cosas de las que te arrepientes.
En caso de prender, tápate la cara
como cuando vas a estornudar
o como cuando yo acierto a hacerte reír mucho.
Tírate al suelo y rueda
y el fuego,
después de darle algún bocado a tu ropa
se acabará extinguiendo.
En menos de una semana
te harás algunas fotos nuevas
con tu nuevo peinado.
Cuando te rescaten,
llorarás abrazándote a algún tipo bien parecido
de esos
que no tienen muy claro qué es una esdrújula.
Después, como el invierno
ya ha sacado su cuchillo
te pondrán una manta isotérmica sobre los hombros.
El tipo te ofrecerá un pañuelo.
Entrarás en estado de shock.
Querrás llamar a alguien del pasado
y decir cosas gigantes
que deberían
poder marchitar tintas antiguas. El paso del tiempo
casi siempre consiste en querer hacer las paces
con quien ya no puedes hacer las paces.
El bombero, el psicólogo
o quien sea
te sacarán de tu máquina del tiempo:
Extralimitándose, alguien te pedirá tu teléfono,
por si algún día quieres hablar
porque hablar es bueno.
Recuperando la compostura, pedirás
un cigarrillo y sí, risas,
también pedirás fuego.
Mantén la calma.
Sé que no lo harás, pero
no grites.
Intenta salir del edificio
sin pensar en tus objetos personales.
Los móviles se pueden reemplazar
comprometiéndote un poco más con la compañía.
El poliéster y el algodón sintético
pueden asfixiarse en su taquilla
sin proferir gritos.
Toca las puertas antes de abrirlas.
Si están calientes, no las abras.
No cojas los ascensores.
El fuego es un invento muy antiguo
y en algunas cosas se le nota lo viejo;
por lo general
al fuego le da demasiada pereza
subir escaleras.
En caso de quedarte acorralada en alguna sala
trata de tapar las rendijas de la puerta
humedeciendo cualquier cosa que tengas a mano
y pide socorro por la ventana.
Si en algún momento llegaras a prender, no corras.
Es fácil decirlo… Pero oxigenarías el fuego
y te convertirías en una antorcha;
el susto te haría respirar tan rápido
y tendrías tanto miedo a la muerte
que morirías sin darte tiempo para vislumbrar
la lista de cosas de las que te arrepientes.
En caso de prender, tápate la cara
como cuando vas a estornudar
o como cuando yo acierto a hacerte reír mucho.
Tírate al suelo y rueda
y el fuego,
después de darle algún bocado a tu ropa
se acabará extinguiendo.
En menos de una semana
te harás algunas fotos nuevas
con tu nuevo peinado.
Cuando te rescaten,
llorarás abrazándote a algún tipo bien parecido
de esos
que no tienen muy claro qué es una esdrújula.
Después, como el invierno
ya ha sacado su cuchillo
te pondrán una manta isotérmica sobre los hombros.
El tipo te ofrecerá un pañuelo.
Entrarás en estado de shock.
Querrás llamar a alguien del pasado
y decir cosas gigantes
que deberían
poder marchitar tintas antiguas. El paso del tiempo
casi siempre consiste en querer hacer las paces
con quien ya no puedes hacer las paces.
El bombero, el psicólogo
o quien sea
te sacarán de tu máquina del tiempo:
Extralimitándose, alguien te pedirá tu teléfono,
por si algún día quieres hablar
porque hablar es bueno.
Recuperando la compostura, pedirás
un cigarrillo y sí, risas,
también pedirás fuego.