Este año he sido un lector muy feliz. Esta felicidad se debe a que, a mis 31 añazos, acaban de contarme el mejor cuento de mi vida.
Hace un mes terminé "El viento por la cerradura", y con él, concluí por fin "La Torre Oscura" de Stephen King. Nadie que escribiera tan bien como Stephen King había sabido narrarme historias.
Supongo que, hasta ahora, podía decir que mis novelistas favoritos eran Mishima, Marsé o John Irving, pero, si hablásemos usando una alegoría gastronómica, el asunto se resumiría en esto: Mishima, Marsé e Irving son muy buenos haciendo arroz, pero solo saben cocinar arroz. Cuando han intentado cocinar con otros ingredientes el plato perdía sabor. Las pocas novelas de Mishima que no siguen el patrón de "chico se enamora del misticismo de un guerrero y saborea esa nostalgia en un Japón moderno" no funcionan. Las pocas novelas de Marsé que no se basan en "chico del Carmelo se enamora de pija inaccesible mientras un detective franquista lo persigue" tampoco saben desarrollar toda la potencia de este escritor. Por su parte, creo que John Irving nunca ha escrito nada que no sea una novela de formación como escritor, aderezado con sus cuestiones favoritas: la mistificación de la sexualidad durante la infancia y la adolescencia, lo femenino y su poder arrollador (habite donde habite; en mujeres, transexuales, gays afeminados; en cualquier tipo de persona) y, claro, un intento por rastrear, si es posible, qué es lo que a un escritor lo lleva a querer escribir. Sintetizando: Son grandes escritores que siempre pierden fuera de casa.
Lo que intento explicar es que en muchos de mis novelistas favoritos lo ético era casi todo lo estético. Sus obsesiones y sus temas eran todo el meollo del asunto; siempre escribían la misma novela. Y ya andaba un poco cansado de esto. Cansado de buenos escritores que lo único que hacían era escribir novelas de formación con mínimas variaciones argumentales; siempre me llevaban a lo mismo, a mirar por la mirilla de la literatura una fiesta que ya viví y que como todos los escritores (y como todo el mundo) yo también echo de menos. Para mí, esta es la diferencia entre contar una historia y narrar una historia. "Narrar" es el hermano cachas de contar. Narrar es contar pensando en el lector, contar con esfuerzo imaginativo; ir más allá de repentizar en el momento de escribir las obsesiones de siempre.
Como dice Jake Chambers en el tomo I de La Torre oscura: "Hay otros mundos". Y si los hay, se lo debemos en parte a escritores como Stephen King.