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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Hijo de padres divorciados

Yo soy hijo de padres divorciados. De esos que te quieren pero no se quieren. O más bien diría, de esos que no te odian, pero se odian. Yo he escrito cartas a los Reyes Magos pidiéndoles como regalo que mis padres no se divorciaran. He mantenido con Dios más diálogos pidiéndole que mis padres no se pelearan, que pidiéndole que este o aquel dolor no resultara ser ningún cáncer. Recuerdo a mis abuelos viniendo a las tantas a buscarme a casa para llevarme con ellos mientras mis padres se insultaban. Tengo millones de postales mentales de esos viajes en mitad de la noche: mi abuela me cogía de una mano y mi abuelo me cogía de la otra, sus alianzas refulgían a mi alrededor con la luz de las farolas. Yo caminaba extasiado, saliendo del asombro de haber visto a mis padres convertidos en dos animales que solo querían romperse el corazón. Cuando por fin llegábamos a su casa, mis abuelos hacían siempre lo mismo: mi abuelo me daba uno de sus pijamas y mi abuela me preparaba la cama. Al rato, desp

La metamorfosis

¿Qué me lleva a preferirte a mis padres? ¿Por qué te antepongo a mi padre, que me pagó los estudios, y ahora va disolviéndose en su edad sin saber cómo pedir socorro? ¿Cómo puedo tener más en común contigo que con mi madre? Cuando con ella puedo dar saltos en el tiempo, hablar de mis abuelos, o recordar aquella tarde siendo niño en la que estuvo a punto de matarme aquel coche. ¿Por qué te quiero más que a ellos? ¿Cómo te has saltado tantos siglos de forja? A veces nos sonreímos como un reloj en la muñeca de un niño. Otras veces nos miramos sabiendo lo horribles que hemos sido y susurrándonos que los lunes significan que seguimos vivos.

Dientes de conejo

Ahora con el rollo de las mascarillas hace tiempo que no me fijo en la cara de ningún adolescente. Sin embargo, el otro día vi por la calle a un chaval que se quitó la mascarilla para comer pipas. Me fijé en sus largos dientes de conejo. Me acordé de que los niños empiezan a crecer por la boca, como cuando a Alicia la hechizan en el País de las Maravillas y ahora le crece una pierna, y ahora un brazo… Los niños empiezan a crecer por los dientes y si lo piensas hay un instante de sus vidas en los que resultan terroríficos porque son niños, pero durante un tiempo sonríen como caníbales. Después de crecerles los dientes les crecen también los sentimientos. A los 20 empezarán a ser conscientes de todo el rato que pasan en esas habitaciones rojas que ya no existen revelando cosas que ya no existen. Y al poco tiempo vendrá lo peor: darse cuenta, con esos dientes de conejo, de que mañana lo único que tendrán para morder es el pan de ayer.