Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2019

Declaración

A menudo pienso que este libro es lo único que me importa de veras. Paso todas las horas probando frases nuevas en la cerradura del siguiente poema.

El álbum de fotos de los inmortales

El otro día, limpiando el trastero de mi casa encontré un álbum de fotos de una familia de inmortales. Las fotos del abuelo cumpliendo más de dos mil años no fue lo más impresionante. Lo que de verdad me sobrecogió fue la foto de un bebé soplando, sobre la tarta, un 182.

Bruxismo + Perros + Tuppers a los que solo recurriremos en caso de emergencia

Bruxismo Antes de que me lo empezaran a decir las parejas que tuve, fueron mis abuelos los primeros en decirme que yo rechinaba los dientes por la noche. Nunca les hice caso, hasta que murieron y me di cuenta de que la sonrisa  se me estaba rompiendo. Perros Odio los perros de agua. Siempre me ha parecido que son como Teleñecos que caminan a cuatro patas. Prefiero los chuchos que tienen la misma raza que los gorriones. Los perros feos que tienen los dientes de abajo salidotes, como si fueran orcos enfadados que miran a los demás transeúntes como diciéndoles: tócale un pelo a mi dueño y te destrozo. Tuppers a los que solo recurriremos en caso de emergencia Hay un capítulo de Los Soprano en el que la hermana de Tony le dice a su novio algo como: Eh, ¿descongelo  esos cannoli que tienes en el congelador y nos los comemos luego? El tipo la mira mal, puede que no con rabia, pero sí

Choque de intereses

El otro día, mientras mirábamos Netflix, Andrea me preguntó que cuándo viajaríamos a Italia.  Le respondí que yo ya viajo a Italia  cuando le pongo albahaca a los espaguetis. 

Polimorfia en subjuntivo

Ojalá nos hubiéramos despertado siendo un par de elefantes. Hubiéramos ido a alguna charca africana, hubiéramos sumergido las trompas en ella y nos hubiéramos pasdo todo el día disparándonos agua.

Polimorfia 8

El otro día fuimos un par de tortugas. Tomamos el sol juntos y luego cada uno escondió la cabeza dentro de sí mismo.

Prórroga verbal

En los coches cabe poca gente y por eso siempre se hacen repartos injustos y crueles para ir a la iglesia o al cementerio. Me separaron de mi madre, y al entierro de mi abuelo me tocó ir en el coche de unos parientes lejanos. Con qué facilidad hablaban de él en pasado. Quise pedirles que aún no hablaran de él así. Que esperasen un poco. Que me dieran una prórroga verbal. Que tuviesen cierta cortesía morfológica para que en lugar de un entierro aquello pareciese una convocatoria. Una reunión de gente que simplemente se aglomeraba para estar cerca de mi abuelo mientras presentaba un libro o compadecía ante una rueda de prensa. Pero no dije nada y continuaron hablando de él en pretérito indefinido.

Polimorfia 7

Ayer fuimos un par de gusanos. Casi pudrimos la manzana y luego nos fuimos arrastrando hasta que nos perdonamos.

Andrea no lo entiende

Andrea no entiende mi bestial interés por ir contando las páginas con las que se va engrosando Todos los pájaros. Ella no entiende que soy como uno de esos padres que hacen rayas en la pared para saber cuánto han crecido sus hijos durante el último mes.

La historia de la vajilla mala

Después de firmar los papeles del divorcio, mi madre dijo que podíamos usar la vajilla buena, la de ribetes de oro, para las comidas del día a día. Eran platos bonitos. Mi abuelo se los compró a dos jóvenes que, supuestamente, iban a pasar toda la vida juntos. Después de firmar los papeles del divorcio, mi madre empezó a tratarlos sin ningún cuidado: Los miraba girar en el microondas mientras se calentaba cualquier comida rápida. Los limpiaba frotándolos temerariamente con la esponja de fregar los platos. Finalmente, el oro del ribete se les fue marchitando como se marchita la juventud: gradualmente, con el drama de las cosas que se marchitan sin dramas. Una vez, a mí se me cayó uno de esos platos al suelo y se hizo añicos. Fui a por la escoba y le pedí perdón a mi madre por romperle uno de los platos de la vajilla de su boda. Ella encogió los hombros, siguió mirando el móvil y me dijo que no pasaba nada. Esta es la historia de cómo la va

Polimorfia 6

Hoy nos despertamos siendo un par de canguros. Por la mañana estuvimos boxeando un rato y después hablamos sobre nuestro futuro.

Polimorfia 5

Hoy hemos adoptado las pintas de dos delfines. Nos pasamos todo el día echando chorros de agua por la espalda y emitiendo ultrasonidos tristes.

Polimorfia 4

Hoy nos levantamos con hocicos de cerdo pegados a la cara. Nos pasamos toda la mañana revolcándonos por el barro y dedicándonos sonrisas marranas mientras nos íbamos olisqueando.

Polimorfia 3

Hoy nos despertamos con cara de ratoncillos.  Le hicimos agujeros al queso y todo el mundo empezó a chillar al vernos. 

Polimorfia 2

Lo tenemos hablado. El día que nos levantemos  con un humor de perros  comeremos pienso  y haremos pipí en las esquinas. 

Polimorfia 1

Ayer Andrea y yo nos levantamos con cara de pájaros. Comimos poco y solo pensamos en volar.

Sam se ahorca

Hola, K. K., espero que leas esta carta antes de entrar como un torbellino por toda la casa empezando a abrir puertas y ventanas, y contraventanas, y cualquier otra cosa abrible, con la intención de ventilarlo todo. Dios sabe que por algo habré dejado esta carta en el centro de la mesita del recibidor con un post-it amarillo fosforescente encima. Repito, Dios lo sabe, espero que tú, al menos, lo intuyas y leas esta carta antes de adentrarte más en la casa. No me quiero hacer el misterioso. Me he ahorcado. Mi cadáver debe estar ahora mismo danzando lentamente sobre la soga que he atado en la buhardilla. Digo que mi cadáver estará danzando porque habré dejado la ventana abierta para evitar que se acumule el mal olor en la habitación, así que la brisa, o el aire, o cualquier otro puñal frío o cálido, habrán ido haciendo que mi cuerpo pivote sobre la cuerda hacia un lado y esta, como reacción, se habrá destensado haciéndome girar hacia el otro lado… En fin, K., que mis restos so

Fascinación

Por los desayunos con tortitas, en lugar de los desayunos con galletas María. Por el sirope. Por la casa en el árbol que tienen todos los niños, y por la clandestina necesidad que tienen estos de leer cómics y libros guardando un sigilo de linterna bajo sábanas. Por los bailes de fin de curso en donde siempre hay ponche y adolescentes que se han quedado sin pareja. Por los hombres que beben en el porche y van cada domingo a misa y en lugar de pensar en el cielo piensan en el infierno de Vietnam. Por el bate de baseball detrás de la puerta. Por los padres de familia que siempre duermen con un ojo abierto y con un arma debajo de la almohada. Por las sillas eléctricas. Por el momento en el que las encienden para freír a algún criminal y las luces de las casas de las manzanas de alrededor tiemblan por la sobrecarga. Por esas series de negros en las que los blancos siempre hacen de tontos. Por esos polis gordos que llevan en una mano una pistola