Hola, K. K., espero que leas esta carta antes de entrar como un torbellino por toda la casa empezando a abrir puertas y ventanas, y contraventanas, y cualquier otra cosa abrible, con la intención de ventilarlo todo. Dios sabe que por algo habré dejado esta carta en el centro de la mesita del recibidor con un post-it amarillo fosforescente encima. Repito, Dios lo sabe, espero que tú, al menos, lo intuyas y leas esta carta antes de adentrarte más en la casa. No me quiero hacer el misterioso. Me he ahorcado. Mi cadáver debe estar ahora mismo danzando lentamente sobre la soga que he atado en la buhardilla. Digo que mi cadáver estará danzando porque habré dejado la ventana abierta para evitar que se acumule el mal olor en la habitación, así que la brisa, o el aire, o cualquier otro puñal frío o cálido, habrán ido haciendo que mi cuerpo pivote sobre la cuerda hacia un lado y esta, como reacción, se habrá destensado haciéndome girar hacia el otro lado… En fin, K., que mis restos so