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Mostrando entradas de abril, 2023

Adulto

El viento de la calle no me aterra para nada. Ridículos y peligrosos, lo somos todos como bombonas de butano maltratadas. Uno abandona la infancia saliendo a buscar algo que nunca llega. Las tejas del tejado eructan aunque sepan que así no me asustan. Antes, de joven, lo deseaba todo como los perros desean a las perras. Ya no. Ya no deseo nada. No puedes desear de esa manera cuando guardas las cenizas de tu padre en casa. Florece la noche y salen las arañas. Solo los olores antiguos logran relectrificar el corazón. Florece la noche y un raro terror a quedarnos sin espaguetis nos azuza a Andrea y a mí.

Todas las muertes que trataron de matarme

Cuenta mi madre que yo nací más amarillo que un Simpson. Ictericia neonatal. Todos los barrenderos de la ciudad maldiciendo la caída de las hojas de los árboles mientras un niño amarillo berreaba apretando los puños en el hospital. Esa fue la primera de las muertes que trataron de matarme. La segunda fue a los siete años. Estaba en el colegio y no quise comerme el bocadillo. Paseaba por el recreo cabizbajo, con las manos apretándome la barriga. Estaba tan triste que en lugar de un niño parecía un adulto.  Así de brutos eran los retortijones que me acuchillaban la barriga. Por suerte, nada más enterarse, mi abuelo me llevó con su coche a San Juan de Dios. Una doctora simpática me cogió de la mano mientras la anestesia me atontaba: ¿Cuál es tu serie favorita? Me preguntó Los Transfomers, señorita le respondí yo. La tercera muerte que trató de matarme fue a los 10 años. No recuerdo el motivo, pero por alguna razón crucé corriendo por la carretera poniendo a prueba los reflejos de aquel co

Una bengala en la noche

El otro día me llamaron para contarme que una de las gemelas se ha suicidado. No soy capaz de encarnar todo el asombro que siento. Laura está muerta. Me lo han dicho y solo he podido pensar en ella durante un segundo. Después he maldecido a Dios un par de veces y enseguida me he metido en la cocina a silbar mientras me preparaba la comida. Ojalá pudiera resumirlo todo diciendo que la vida de Laura ha sido breve y resplandeciente como una bengala en la noche. Pero no. Laura tenía el cerebro roto. Se lo averiaron de tal modo que lejos de dejarse llevar por un impulso Estoy convencido de que se asesinó meticulosamente. Se ve que aparcó en un descampado y conectó una manguera al tubo de escape para que el coche se le inundara de monóxido de carbono. ‘Muerte dulce’ lo llaman en las películas. Permitidme el chiste, al menos, Laura ha tenido una muerte de cine. Intento sobrescribir mi estupor con la primavera que entra por las ventanas. Sin embargo, hay una cosa que no logro quitarme de la ca