Algún día iremos a una consulta llena de diplomas y de pósters con vaginas esquematizadas. Allí nos darán la buena noticia y al salir empezaremos a enviar audios a nuestros amigos y a nuestra familia. Todos nos felicitarán y entonces comenzará una espera de mi oreja pegada a tu barriga para precisar el momento en que empiece a sonar el nuevo tic-tac de una vida. Después empezará el reinado de lo exagerado. Los pies de plomo y los puños de hierro. El terror a que la casa huela a butano o a que los balcones no sean seguros. Las dudas sobre si hicimos bien en traer a alguien nuevo a este mundo de gente que va por la calle mal disfrazada de cirujano. El calor. El mundo cada vez más caliente. Sazonar de pánico nuestras vidas y herir nuestra memoria recordando cómo era el mundo cuando podías bañarte con tus amigos en una piscina. Con el correr de los años, latas de conserva y el brillo de una canción resonando por toda la cueva.