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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Nuestros muertos

Unos años atrás, mi madre y yo apenas nos hablábamos. Nuestra relación era buena pero éramos estrictamente familia: personas que se quieren sin tener con qué quererse. Veíamos pelis, de vez en cuando comíamos juntos. Pero nuestras conversaciones no iban más allá de quitarle el polvo a los temas de siempre. Ahora es distinto. Desde que murieron mis abuelos, mi madre y yo hablamos porque hablamos de ellos. Los recordamos, le dibujamos al otro nuestras fotos mentales y entretejemos nuestras versiones de los hechos. A veces los sentimos tan cerca que parece que, a pesar de estar muertos, nuestros muertos nos unieran estrechándonos la mano, para formar un círculo que nos recuerda que somos parte de algo.

Ser querido

Ya no necesito que todos mis poemas sean brillantes. Ya solo aspiro a ser para vosotros una conversación con un ser querido. Empiezo a vislumbrar que la buena poesía es como una serie mala con un buen protagonista.

Esperando a que ocurra

Delante de la pantalla del ordenador, estoy esperando a que ocurra el milagro. Andrea está en la habitación de al lado, y aunque está viendo la tele, también está esperando a que ocurra el milagro. Porque si un día no ocurre, si un día me quedo sin escritura, dejaré la espita del gas abierta y dejaré que todo este desasosiego se libere ante mis ojos. Si algún día dejo de escribir me perderé en mi edad. Una noche terca crecerá en mi interior y no valdré nada. Solo esto. Solo escribir me hace ser

Migajas de un mundo viejo

El otro día vi por la calle a un niño que llevaba un parche.  Dios mío, pensé:  ¿Aún quedan niños con el ojo vago? A 100 metros de mi casa está la que creo que debe ser la última cabina de este mundo. Tiene el auricular siempre descolgado como avisando, ya de entrada, de que lleva mucho tiempo muerta. He probado a meterle monedas y nada. Siempre las oigo caer por su panza hueca hasta que las caga.

Agujero

Da igual que mi padre fuera un alcohólico y mi madre una desgraciada capaz de arrodillarse ante mí para pedirme perdón. Mi infancia fue, ante todo, preocupación por el agujero de la capa de ozono. La profesora de Naturales parecía saberlo todo sobre el Apocalipsis: lluvia ácida, efecto invernadero, y sobre todo, el agujero en la capa de ozono que haría que el sol nos enviara a todos a un hospital de niños con cáncer.