El hijo de la Montse es igualito que la Montse. La gente que apenas nos conoce siempre dice eso. Y a primera vista, es verdad. Mi madre y yo no solo tenemos la misma cara, sino que también tenemos la misma voz pastosa y la misma letra encorvada y monstruosa. Y sin embargo, de mi padre tengo todo lo demás. Los andares, la bebida, la violencia siempre contenida, pero siempre a punto de pasarse de la raya. Los ademanes tan toscos, que la gente duda entre si debe dejarme o no jugar con los niños. Y lo peor de todo es que ambos tenemos el mismo mechero con el que le prendemos fuego a todo enseguida.