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Mostrando entradas de julio, 2017

Por el camino de la playa

Annie nunca quiso escaparse conmigo. Robar bancos. Huir. Registrarnos juntos en hoteles usando nombres falsos de ladrones famosos. Podríamos haberlo hecho. Podríamos haber migrado constantemente hacia veranos como este en el que apenas llueve pero en el que las tormentas eléctricas hacen que el verano no pare de rechinar los dientes. Hubiéramos ido a lugares peligrosos. Depósitos de agua con las patas frágiles y rayos que hacen que la gente mire al cielo mientras acaricia el lomo de sus biblias. Podríamos haber viajado en coche sonriendo hacia el futuro. El mundo entero hubiera sido tan solo un montón de polvo y de cadáveres detrás de nosotros. Se podía. A esa edad se podía hacer de todo. Alimentarnos del sol reflejado en los charcos. Ser salvajes y olvidarnos de que en casa para leer y para ver la tele necesitamos ponernos las gafas. Pero Annie no quiso y ahora la vida ejerce sobre mí una mirada marchita. Camino, aburrido y furioso por el c

Hablar con fantasmas

A veces, cuando estoy borracho, se me hace ver por la calle fantasmas de la gente a la que amo. Son fantasmas amables, esperanzados, les hace ilusión encontrarse conmigo por la calle. De vez en cuando hablo con ellos. Ayer hablé con Vanesa. Siempre me ha gustado su voz inteligente y dulce, como una chuchería olvidada junto a un libro de matemáticas. Me gustaba su sonrisa hermosa  de dientes raros, como de niña que no fue rescatada a tiempo por los brackets. Hablamos del verano, de nuestros planes. Ella no tenía dinero para viajes. Yo le conté que pienso pasarme todo el verano enviando pájaros a todas las editoriales  de Barcelona. Los pájaros entrarán de algún modo en esos edificios de puertas siempre cerradas. Volarán hasta las ventanas, se colarán en los despachos, posarán sus patitas en los escritorios de los editores y cantarán esta canción: Señor editor,  Iván Legrán es un hombre que ha trabajado limpiando a otros hombres  c

Amortales

Mientras los perros le sacan la lengua al verano, yo me pongo las botas de fútbol y le doy toques a alguna frase. El tiempo es oro. Al menos, hasta que los científicos logren, con tiempo, (y con oro) que el oro sea tiempo. Entonces, para quienes tengan oro el tiempo no será oro y para quienes no lo tengan no habrá tiempo. Será lo de siempre pero para siempre.

Una chica jovencita me pide en un chat consejos sobre cómo se debe escribir un poema

Robando. Matando. Follando. Resucitando a quienes eches de menos y violando a quienes no pudiste amar en la vida real. Aquí, a menudo, he resucitado a mi abuelo y también me he ensangrentado las manos matando a quienes he necesitado matar. También he robado. He usado en mi propio beneficio las frases que más envidiaba de los demás. Pero sobre todo he logrado pasar a limpio los informes que se redactan en el caos de las oficinas del destino. A veces simplemente es la hora de la brisa. Otras veces solo se trata de venir aquí a vigilar y recontar mi amor sin límites. El otro día se doctoró un amigo y hubo una gran fiesta. No pude evitar sentir que yo siempre me invito a una fiesta parecida después de terminar cada poema: Siempre que termino de escribir es como si me vida hubiese ido bien; como si me hubiera casado, hubiese tenido hijos, me hubiesen publicado, mi abuelo hubiese tenido una muerte en paz y mi madre tuviese un buen final asegurado. Esa fie

Mejor con el corazón muerto

La ciudad está llena de gente con el corazón muerto. En realidad, eso es bueno. Nunca tendremos lo que tuvieron nuestros padres, porque ellos tampoco lo tuvieron; todas las familias que conozco esconden un gran avispero en el granero. La ciudad está llena de gente con un corazón muerto que estuvo vivo. El mío lo estuvo; logró vivir una historia que no duró tanto y cada vez creo que duró menos. Y, sin embargo, para contarlo hace falta contar de otra manera. No fueron meses; fueron muchas líneas de diálogo en medio de una ciudad erizada de sonidos y de gentes que nos daban igual. No fueron meses; fue un perro ladrando a lo lejos medio triste y medio alegre. Y mientras el grifo de la cocina imaginaba ser el segundero de un tiempo diferente no supimos darnos cuenta de que la casa estaba decorada con la irrepetible luz de ser jóvenes. Creo que íbamos a comprar tan lejos de casa para tener más tiempo para hablar. Una vez incluso me derramaste encima l

Homenaje a Charles

A Charles. A Charles y no a Bukowski. Nunca a Bukowski. Hay que homenajear usando el nombre de pila. No podemos tratar a los poetas como si fueran personas desconocidas,  después de que se hayan pasado toda la vida crisalizando (sí, de crisálida) sueños y recuerdos para metamorfosearlos luego en rosas frescas con las que siempre podamos volver a mojarnos. Nos sigue gustando Charles Bukowski porque Charles Bukowski era el más Charles Bukowski de todos los poetas. Sí, no me miréis así. Sé que me entendéis. Dicen que era machista. Para mí no hay nada menos machista que un hombre admitiendo cada 4 ó 5 poemas que necesita a las mujeres. Maldita sea, ¿quién no las necesita? Hubo una época en que yo me tomaba a las mujeres como si fueran ibuprofenos; ocasionalmente, solo para combatir los dolores más fuertes. Nos sigue gustando Charles Bukowski porque entendemos que el humo y el alcohol tejen la escafandra perfecta para zambullirse en los recu