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Hablar con fantasmas

A veces, cuando estoy borracho,
se me hace ver por la calle
fantasmas de la gente a la que amo.
Son fantasmas amables,
esperanzados, les hace ilusión
encontrarse conmigo por la calle.

De vez en cuando hablo con ellos.
Ayer hablé con Vanesa. Siempre me ha gustado su voz
inteligente y dulce, como una chuchería
olvidada
junto a un libro de matemáticas.

Me gustaba su sonrisa hermosa 
de dientes raros,
como de niña que no fue rescatada
a tiempo por los brackets.

Hablamos del verano,
de nuestros planes.
Ella no tenía dinero para viajes.

Yo le conté que pienso pasarme
todo el verano
enviando pájaros
a todas las editoriales 
de Barcelona.

Los pájaros entrarán de algún modo
en esos edificios de puertas siempre cerradas.
Volarán hasta las ventanas,
se colarán en los despachos,
posarán sus patitas en los escritorios
de los editores
y cantarán esta canción:

Señor editor, 
Iván Legrán es un hombre que ha trabajado
limpiando a otros hombres 
como si fueran casas.

Lea a Iván Legrán; léalo 
porque es un perfecto conocedor
de las retorcida formas de la tristeza.

Léalo porque ya ha hecho
todo lo que se puede hacer en los poemas:
Un día 
decidió cargarse uno de los días de la semana
(de ahí que en este poemario las semanas 
tengan 6 días,
los "lunes" son solo un cadáver olvidado).
Últimamente, incluso le ha dado
por charlar con fantasmas.

Señor editor, publíquelo
porque este libro
es el único lugar
en donde Iván Legrán
puede resultar brillante.

¿Está bien así la canción, Vanesa?
¿Tú le cambiarías algo?

A veces, cuando estoy borracho,
se me hace ver por la calle
fantasmas de la gente a la que amo.

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