Últimamente me viene mucho a la cabeza la madre de mi padre. Era muy bajita. De pequeño, recuerdo que ella era el único adulto con el que no tenía que ponerme de puntillas para darle un beso en la mejilla. Su mirada también era pequeña y estaba apenas sostenida por una hogaza de sentimiento. No sé por qué últimamente pienso tanto en ella. La única ropa que yo le recuerdo eran variaciones de la misma bata pobre que intentaba ser limpia a base de manchas de lejía. En cuanto entraba en su casa ella me ofrecía lo único bueno que tenía: agua. Agua del grifo. Cada vez que ponía un pie en su piso me contaba que allí en su barrio, tan cercano a la montaña, el agua era la mejor de toda Barcelona. Yo con mi mente de niño siempre me imaginaba un caño frío y azul que conectaba el grifo de la cocina de mi abuela con algún manantial nevado. Mi padre siempre salía a beber con sus hermanos. Yo me quedaba viendo la tele hasta que se despertaban mis tías. Eran tres y siempre estaban solteras; par