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Mostrando entradas de agosto, 2019

Kevin ha ido a buscar sus flores

1 -Kevin se ha ido a buscar sus flores. Un pesado silencio lo cubrió todo. No solo era un silencio procedente del otro lado del teléfono, era un silencio que también afectaba al aquí de Calvin. A Calvin el corazón se le puso como de parto; le pareció que el silencio que reinaba era como de persona que se te acerca sigilosamente por la espalda y levanta el brazo para descargarte un terrible golpe en la cabeza. Sin embargo, tras unos instantes, la tensión se rompió con una respuesta breve y resignada, como si la mujer de 60 años que había al otro lado de la línea hubiera dejado de ser la madre de Kevin y se hubiera convertido en un inspector de policía que ya ha presenciado todo el mal del mundo. -Comprendo. Calvin tragó saliva y colgó el teléfono. Le parecía inverosímil que todo hubiera salido según lo que había previsto Kevin. Durante una hora, Calvin se convirtió en un perro, en un perro sin nombre que acechaba todas las ventanas de su casa levantando las or

Tortillas de Mercadona

Mercadona S.A, dile al pueblo la verdad: ¿Tienes, en tus lóbregos almacenes traseros, a un montón de abuelitas secuestradas a las que amenazas con hacerle daño a sus nietos?

"Iván, ya no me dices que me quieres"

Me vas a llenar la casa  con un montón de trastos. Mi madre ha salido a comprarle un melón a la tuya. Sé que te ríes como los perros le ríen al verano. A veces me vuelves tan alegre que la primavera debería leerme para aprender a ser verdaderamente resplandeciente. Cuando nos peleamos te grito y te trato tan mal como a un familiar. Cuando alguien se mete contigo me olvido de que soy un hombre de izquierdas que escribe libros, y me convierto en un animal al que ya no le parece tan mal la idea de matar.


Otro adulto más

Me adentré en la treintena como quien mete un pie en el mar para probar cómo está el agua: con miedo, con reservas. Sabiendo que a esta edad la vida debería convertirse en algo serio. Pero entonces quien se puso a trabajar en serio fue la muerte colándose en una sala de urgencias para clavarle un puñal en los riñones a mi abuelo. Me adentré en la treintena como quien mete un pie en el mar para probar cómo está el agua: castañeteando los dientes y caminando con cuidado. Asistiendo silenciosamente a algunos entierros y escuchando relatos de gente que había perdido a otra gente. Dejé de creer en las chicas raras. Esas que aseguraban que con su voz podían hacer que se durmieran las ballenas. Me fijé en otras cosas. En las cenefas que teje el sol sobre la colcha. Empecé a convencerme de que todas las mujeres que conocí en el pasado fueron un error de casting hasta llegar a la de ahora. Ahora es el momento de comprar relojes pesados que me anclen al suel

Mañana

-Nuestra siguiente invitada… Cómo decirlo. Yo diría que es la persona que ha hecho que, por primera vez, la gente, la gente de la calle a la que nunca le ha importado un solo cuadro, hable de pintura. Yo mismo me he sorprendido en bares, en cenas con amigos, hablando o escuchando hablar de la obra de nuestra siguiente invitada. Con todos ustedes, Francine Stone. -Buenas noches, Francine. -Buenas noches a todos. -Dime, ¿por qué crees que tu pintura está en boca de todo el mundo? -Para empezar, porque es una pintura cercana. En el sentido de que me dedico a acercar la violencia a la gente, a ponérsela delante para que les golpee. Para seguir, diría que la gente habla de mi pintura porque se puede hablar de ella sin hablar de pintura, ¿me sigues? La gente no habla de mi pintura, sino sobre si me paso de la ralla o no. A la gente le encanta juzgar y creer que tiene la vara de medir las cosas. -No todos nuestros espectadores estarán al corriente de tu obra, así que si t

De 0 a 33

Di "ma-ma" Mira antes de cruzar. Cómetelo todo. El yayo irá a recogerte. Ten tu paga. Tienes que aprender a ahorrar. Pobrecita. Era una perra muy vieja y ya se había quedado ciega. ¿Qué quieres estudiar? Te quiero. Eres un hijo de puta. ¿Qué quieres ser? ¿Quién puedes llegar a ser? Ayúdame a cambiarle el pañal a la yaya. Ella hubiese preferido flores rojas. ¿Acompañas tú al yayo al hospital? A él le gustaría que echásemos sus cenizas en la playa. Iván, ¿cuándo tenía yo la mamografía? ¿Me quieres? ¿Vivimos juntos?

El último cajón de la cómoda

En el poema anterior dije que las pólizas de defunción no se guardan, se esconden. Mi abuelo no nos dijo dónde escondía la suya hasta que cumplió los 80. Qué adorable inocencia, la de los viejos a veces: mi abuelo se comportaba como si la muerte no pudiera ser como un rayo que te fulmina o como un coche que, repentinamente, se choca y te quita la vida llenándolo todo de humo negro. Es como si él hubiera creído que la muerte necesariamente en nuestra familia tuviera que ser algo que se presiente. Él guardaba "el papel de los muertos" en el último cajón de la cómoda. Yo lo entiendo. Yo haré lo mismo cuando sea más viejo, porque la muerte es como un residuo radiactivo que es mejor sepultar debajo de un montón de pañuelos en el último cajón de la cómoda.

Futuristas

Andrea y yo hacemos planes juntos cuando nos bañamos en el mar. Dentro del agua, flotando, el presente no pesa y es más fácil ser dos personas que se dan la mano para sortear las olas juntos. Insinuamos mucha luz cuando hablamos del futuro: los hijos que tendremos, el modo en el que los educaremos. La manera en que nuestra familia morirá unida, cogiéndonos todos de las manos en el salón de casa por culpa de las súper bacterias o del cambio climático. Pero Andrea y yo nunca hablamos de verdad de la muerte. Nunca hablamos de dónde esconderemos (porque estas cosas no se guardan, se esconden) nuestra póliza de defunción. Ni de quién de los dos es más probable que encuentre el cuerpo del otro sin vida. Solo insinuamos luz, solo hablamos de la vejez haciendo chistes y fanfarroneando, porque la vejez no es lo que nos toca ahora. Lo que nos toca ahora es ir juntos a la playa, sonreírnos mientras hacemos planes y se nos arrugan las manos en el agua.