Qué coincidencia.
En nuestro primer aniversario,
Andrea me ha regalado un reloj
y yo le he regalado otro a ella.
Ella me ha dado
un Vostok Komandirskie.
Es un reloj que usaban
los comandantes rusos.
Es un reloj feroz,
eficaz y agresivo,
hecho para durar y ser bonito
a pesar de los arañazos del día a día.
Del mismo modo,
Andrea y yo esperamos
que nuestro amor dure y sea bonito
a pesar de los arañazos del día a día.
Como mi madre
ha empezado a ver
que me gustan los relojes
hoy me ha dado
el último que usó mi abuelo.
Yo nunca me había atrevido a preguntar por él
porque soy tonto
y pensé
que mi abuelo
lo llevaría puesto
mientras metían su cuerpo
en el horno crematorio.
Lo curioso
es que yo apenas
recordaba el reloj,
pero ahora que he vuelto a verlo
me he acordado
de cómo mi abuelo
fruncía el ceño
y apretaba sus espesas
cejas de búho
mientras se fijaba en la hora.
Cuando mi madre me lo ha dado
me he sentido
agradecido como un viajero
al que le dejan calentarse las manos
junto al fuego.
Ambos hemos insinuado un poco de luz
mientras recordábamos al abuelo
y luego
avergonzados
hemos guardado silencio
y hemos seguido
cada uno por su lado.
En nuestro primer aniversario,
Andrea me ha regalado un reloj
y yo le he regalado otro a ella.
Ella me ha dado
un Vostok Komandirskie.
Es un reloj que usaban
los comandantes rusos.
Es un reloj feroz,
eficaz y agresivo,
hecho para durar y ser bonito
a pesar de los arañazos del día a día.
Del mismo modo,
Andrea y yo esperamos
que nuestro amor dure y sea bonito
a pesar de los arañazos del día a día.
Como mi madre
ha empezado a ver
que me gustan los relojes
hoy me ha dado
el último que usó mi abuelo.
Yo nunca me había atrevido a preguntar por él
porque soy tonto
y pensé
que mi abuelo
lo llevaría puesto
mientras metían su cuerpo
en el horno crematorio.
Lo curioso
es que yo apenas
recordaba el reloj,
pero ahora que he vuelto a verlo
me he acordado
de cómo mi abuelo
fruncía el ceño
y apretaba sus espesas
cejas de búho
mientras se fijaba en la hora.
Cuando mi madre me lo ha dado
me he sentido
agradecido como un viajero
al que le dejan calentarse las manos
junto al fuego.
Ambos hemos insinuado un poco de luz
mientras recordábamos al abuelo
y luego
avergonzados
hemos guardado silencio
y hemos seguido
cada uno por su lado.