Si se pudiera
escapar de la muerte,
yo escaparía de ella
montando en bicicleta.
Hacer deporte no es hacer deporte,
y el que lo probó
lo sabe.
A veces me confundo en el quicio de la puerta,
y en lugar de decir que me voy con la bici,
le digo a mi madre
que me voy a escribir.
Montado en la bici veo la respiración de los árboles.
Cuando cojo velocidad
pongo la espalda recta
y levanto la cabeza,
porque cuando me mido con mi cansancio
algo me enseña a ser más alto.
Mientras monto en bicicleta,
por el camino de la playa,
también veo mariposas,
siempre indecisas
entre lo insecto
y lo flor.
Ellas revolotean locas,
dando palmadas,
casi como si fueran
galletas que vuelan.
Salir a hacer deporte
es también
fabricar regresos a casa.
Con qué merecimiento
me ducho al llegar.
Con qué heroicidad
reclamo como mío
las cosas que ya eran mías:
el ordenador, la ropa cómoda,
los vistazos al móvil
y la interminable espera
a la que me llevan
estos poemas.
escapar de la muerte,
yo escaparía de ella
montando en bicicleta.
Hacer deporte no es hacer deporte,
y el que lo probó
lo sabe.
A veces me confundo en el quicio de la puerta,
y en lugar de decir que me voy con la bici,
le digo a mi madre
que me voy a escribir.
Montado en la bici veo la respiración de los árboles.
Cuando cojo velocidad
pongo la espalda recta
y levanto la cabeza,
porque cuando me mido con mi cansancio
algo me enseña a ser más alto.
Mientras monto en bicicleta,
por el camino de la playa,
también veo mariposas,
siempre indecisas
entre lo insecto
y lo flor.
Ellas revolotean locas,
dando palmadas,
casi como si fueran
galletas que vuelan.
Salir a hacer deporte
es también
fabricar regresos a casa.
Con qué merecimiento
me ducho al llegar.
Con qué heroicidad
reclamo como mío
las cosas que ya eran mías:
el ordenador, la ropa cómoda,
los vistazos al móvil
y la interminable espera
a la que me llevan
estos poemas.