A mi abuelo,
el médico de la fábrica
le decía que comiese carne caballo
porque era bueno para el hígado.
A un tío mío,
le recomendaron grasa de ballena
para conservar el tapizado del sofá.
Mi padre, cuando yo era pequeño,
compraba sesos de cerdo
y se hacía bocadillos
después de freírlos.
Mi madre, de niña,
me contaba que bebía sangre
de cerdo.
No estoy hablando de morcilla,
sino de que vendían sangre de cerdo
refrigerada en bolsas de plástico
para que la gente la tomara
como un refresco.
Hoy he visto a un ciego
estirando con furia, con resquemor
del arnés de un perro lazarillo.
Se trataba de un Golden.
Un Golden tan grande y tan bueno
que en lugar de ser el perro de un ciego,
el médico de la fábrica
le decía que comiese carne caballo
porque era bueno para el hígado.
A un tío mío,
le recomendaron grasa de ballena
para conservar el tapizado del sofá.
Mi padre, cuando yo era pequeño,
compraba sesos de cerdo
y se hacía bocadillos
después de freírlos.
Mi madre, de niña,
me contaba que bebía sangre
de cerdo.
No estoy hablando de morcilla,
sino de que vendían sangre de cerdo
refrigerada en bolsas de plástico
para que la gente la tomara
como un refresco.
Hoy he visto a un ciego
estirando con furia, con resquemor
del arnés de un perro lazarillo.
Se trataba de un Golden.
Un Golden tan grande y tan bueno
que en lugar de ser el perro de un ciego,
se merecía ser el perro de un dios.