Todo el mundo me ha dicho siempre
que mi letra es una mierda.
Y supongo que lo es.
Si mi letra se convirtiera
en un personaje de ficción
se convertiría en Quasimodo,
el jorobado de Notre Dame.
A los 18,
cuando hice la selectividad,
tuve que ir
a leerle mis exámenes
al corrector.
Mi padre siempre se ha avergonzado de mí
por mi letra.
El muy cabrón
hace letra Courier 12 Itálica.
A él le importaba una mierda
que desde muy pequeño
yo no hiciera faltas de ortografía
y supiera escribir;
lo que a él le importaba
era que su letra parecía de molde
mientras que la mía,
lejos de estar bien formada,
parecía sietemesina.
Vale. La gente tiene razón.
Mi letra es una mierda.
Si un grafólogo observara mi letra con detenimiento
se santiguaría
y durante unos días
dormiría con un crucifijo
debajo de la almohada.
Pero a mí mi letra me gusta.
Me representa.
Mi letra es yo en letra.
Me refiero a que tengo una letra rápida,
despeinada, que dice rabiosamente
lo que quiero decir.
Tengo una letra
que sigue siendo un adolescente
con una rabia ejemplar.
Yo escribo con una pistola en las manos.
Cuando escribo
vuelvo a ser
aquel joven
que hiciera lo que hiciera
lo hacía encarnizadamente.
En definitiva,
que mi letra es una mierda.
Y supongo que lo es.
Si mi letra se convirtiera
en un personaje de ficción
se convertiría en Quasimodo,
el jorobado de Notre Dame.
A los 18,
cuando hice la selectividad,
tuve que ir
a leerle mis exámenes
al corrector.
Mi padre siempre se ha avergonzado de mí
por mi letra.
El muy cabrón
hace letra Courier 12 Itálica.
A él le importaba una mierda
que desde muy pequeño
yo no hiciera faltas de ortografía
y supiera escribir;
lo que a él le importaba
era que su letra parecía de molde
mientras que la mía,
lejos de estar bien formada,
parecía sietemesina.
Vale. La gente tiene razón.
Mi letra es una mierda.
Si un grafólogo observara mi letra con detenimiento
se santiguaría
y durante unos días
dormiría con un crucifijo
debajo de la almohada.
Pero a mí mi letra me gusta.
Me representa.
Mi letra es yo en letra.
Me refiero a que tengo una letra rápida,
despeinada, que dice rabiosamente
lo que quiero decir.
Tengo una letra
que sigue siendo un adolescente
con una rabia ejemplar.
Yo escribo con una pistola en las manos.
Yo escribo a matar
y mato a mis pensamientos
sin darles tiempo
sin darles tiempo
a que me molesten.
Cuando escribo
vuelvo a ser
aquel joven
que hiciera lo que hiciera
lo hacía encarnizadamente.
En definitiva,
mi letra
es la letra de un hombre
que todavía se mancha las manos de sangre
cuando escribe.
es la letra de un hombre
que todavía se mancha las manos de sangre
cuando escribe.