El lector elíptico
En las películas
grandes ciudades hambrientas de todo
giran los rodillos de sus imprentas
y escupen periódicos y libros
a una velocidad frenética.
Sin embargo, en este caso,
más bien debéis imaginaros a un chaval
con un pijama manchado de soledad
y con una impresora
que solo gasta
cartuchos de tinta negra.
En la primera edición
de Todos los pájaros
me visteis cometer
un montón de asesinatos.
Si el poemario fuera una obra de teatro
comenzaría así:
Escena primera:
Iván porta un traje de enterrador.
Sostiene una pala con las dos manos,
a su lado
se apila un pequeño montón de tierra.
Durante toda la escena, Iván irá recogiendo tierra con la pala
e irá echándola
sobre el cadáver de su primera novia, Leila.
Los focos siguen al personaje de Iván en su enérgica tarea,
pues va a ser el protagonista indiscutible de la obra.
Habrá muchas mujeres desfilando por sus páginas,
pero ninguna llegará a la categoría de personaje;
todas se limitan a ser
un recurso del autor
para poder convertir su vida
en una larga explicación.
Tras sepultar a Leila,
conocí a Julia
y la asesiné delante de todos vosotros.
Una muerte llevó a otra,
le cogí el gusto a matar
y ya me habéis visto arrojar al río
un gran número de cuerpos exangües.
En esta ciudad
todos los perros policía
tiran de sus amos
y gruñen al verme pasar.
No me siento culpable;
siempre he creído
que la intimidad de cualquiera
no es más
que una oleada de crímenes por confesar.
¿Y qué ha cambiado? ¿Por qué una segunda edición?
El vino se ha perfilado en las bodegas.
Se ha vuelto más dulce
la mermelada que dejé olvidada en las cavernas.
Pero, sobre todo,
lo que más ha cambiado
es que este poemario
ya no está enamorado de nadie.
Pero, sobre todo,
lo que más ha cambiado
es que este poemario
ya no está enamorado de nadie.
Necesito volver a editar estos pájaros
para que no se conviertan
en algo que es hermoso pero que no es nada,
igual que pasa
con esos ejercicios al piano
que practican con prisas
las jovencitas de alta alcurnia.
Mi corazón continúa siendo una ciudad a oscuras
que echa de menos
esos veranos
de niños que nadan hasta tocar el faro.
No importa si nadie lee lo que escribo.
Soy un escritor
y todos los escritores son sujetos
con lectores elípticos.
Os intuyo. Os supongo.
Me hacéis pensar que fabrico papel vivo
que en algún momento
llegará a vosotros.
Así que voy a seguir
gusaneando mi soledad,
imaginando que me miráis
seáis quienes seáis.
Por mi parte,
para esta segunda edición,
el autor os promete que encontraréis
más explosiones,
nuevos personajes,
más aventuras, más acción
y, si cabe,
más oscuridad
y todavía más sangre.