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Cómo me reí con mi hijo el otro día



(a mi amigo Santi, que es mucho más gracioso que yo y que todos)

Andrea dice
que a veces me paso de graciosillo.
Yo siempre le digo
que no conoce a mi amigo Santi,
un tío que cree
que cuando se ducha
se le pasa la borrachera.

Mi novia no valora
mi gran repertorio de modalidades cómicas.
A veces hago bromas básicas (imitarla a ella),
o decir 2+2, 5:
¡Ah! ¡pues por el culo
te la hinco!

Otras bromas
requieren de haber leído
detenidamente a Nietzsche
para poder acceder
plenamente a todos sus matices.

El caso
es que yo sé perfectamente
cuál ha sido la mejor broma
que he hecho en lo que llevo de vida.
Fue el único momento
de toda mi existencia
en el que logré pulsar en su totalidad
la tecla de la risa
a toda la gente que estaba a mi alrededor.

Fue en una boda.
Yo era un niño.
Me habían comprado unos pantalones nuevos
para ir guapo a la boda.
Los pantalones me iban un poco grandes.
Cuando salimos de la iglesia
y llegamos al restaurante
me lancé a por la comida.
Al cabo de un rato
mi madre me preguntó
si la comida estaba buena.
Yo dejé el plato
de lo que fuera que estaba comiendo,
me agarré la cintura del pantalón
y dije:
Bueno, no sé. si estará buena o no,
pero a mí
ya no se me caen los pantalones.

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