Mi abuelo me hablaba de aviones que soltaban bombas.
Del hambre. Del hambre hecha de hambre de verdad,
de un hambre que yo no sabía
y que no se parecía
a esos ruidos divertidos
que me salían de la barriga
cuando salía del colegio.
Y ahora las ciudades están vacías.
Peor: vaciadas.
Los pocos conductores que hay por la calle
y los fotógrafos que se asoman a los balcones
casi sonríen
por lo inusitado del desastre.
Esta es nuestra Guerra mundial.
Nuestro Franco.
Esto que nos está pasando
es lo que le contaremos a nuestros nietos.
Y ellos harán literatura al respecto,
y cine, y series,
y palomitas con sabor a pistola,
como lo hacemos nosotros ahora
con los relatos del pasado.
Esta es la primera vez
que me siento subido
a la montaña rusa de la Historia.
Del hambre. Del hambre hecha de hambre de verdad,
de un hambre que yo no sabía
y que no se parecía
a esos ruidos divertidos
que me salían de la barriga
cuando salía del colegio.
Y ahora las ciudades están vacías.
Peor: vaciadas.
Los pocos conductores que hay por la calle
y los fotógrafos que se asoman a los balcones
casi sonríen
por lo inusitado del desastre.
Esta es nuestra Guerra mundial.
Nuestro Franco.
Esto que nos está pasando
es lo que le contaremos a nuestros nietos.
Y ellos harán literatura al respecto,
y cine, y series,
y palomitas con sabor a pistola,
como lo hacemos nosotros ahora
con los relatos del pasado.
Esta es la primera vez
que me siento subido
a la montaña rusa de la Historia.