La gente cree que los poetas
somos tímidos
como lo son los asesinos
en su vida cotidiana, cuando no asesinan,
cuando solo son vecinos
que pasan totalmente desapercibidos.
Sin embargo, yo siempre
estoy bebiendo cervezas
y diciendo gilipolleces.
En parte
lo hago para que tú te conviertas
en una fumadora pasiva
de mi alegría.
Tú y yo no somos
personas a las que la vida
les vaya a ir especialmente bien.
Somos personas que aspiran a lo normal,
a la medianía,
a cometer la heroicidad
de dedicarnos
una media sonrisa de consuelo
en mitad de un funeral.
Por eso no quiero viajar
ni hacer cosas excepcionales,
porque no soy excepcional
y prefiero concentrarme en celebrar
la psicomotricidad fina
con la que a veces
tú y yo nos acariciamos la cara
o nos damos un beso en la mejilla.
Esa es la vida de los vivos
y es
la vida
que siempre intento apresar
en mis poemas.
El otro día soñé
con que una tribu de caníbales me perseguía
y me daba caza.
Por suerte
recurrí al viejo truco de las películas malas:
-Eh, tíos. No me comáis.
Os prometo que tengo mal sabor.
Mi carne está llena de nudos
y siempre tengo pinzamientos en la espalda.
Cuando mi fisio
me toca en el cuello
pienso en el funeral de mi abuelo
y en el miedo que me da
perder mi trabajo y quedarme sin dinero.
Así que,
en serio.
no me comáis.
Mi carne debe saber
a demasiadas dudas,
a demasiadas humillaciones
y a demasiadas cuentas pendientes.
Nunca te digo que te quiero
pero te cuento mis sueños
y mis temores
como si fuéramos compañeros de viaje
y yo estuviera partiendo mi pan contigo.
Nunca te digo que te quiero
porque lo que siento
siempre es un poco menos
o un poco más
que simplemente amor.
Dejémoslo en esto:
Una ventana
es el futuro
y podemos intentar
mirar a través de ella juntos.
somos tímidos
como lo son los asesinos
en su vida cotidiana, cuando no asesinan,
cuando solo son vecinos
que pasan totalmente desapercibidos.
Sin embargo, yo siempre
estoy bebiendo cervezas
y diciendo gilipolleces.
En parte
lo hago para que tú te conviertas
en una fumadora pasiva
de mi alegría.
Tú y yo no somos
personas a las que la vida
les vaya a ir especialmente bien.
Somos personas que aspiran a lo normal,
a la medianía,
a cometer la heroicidad
de dedicarnos
una media sonrisa de consuelo
en mitad de un funeral.
Por eso no quiero viajar
ni hacer cosas excepcionales,
porque no soy excepcional
y prefiero concentrarme en celebrar
la psicomotricidad fina
con la que a veces
tú y yo nos acariciamos la cara
o nos damos un beso en la mejilla.
Esa es la vida de los vivos
y es
la vida
que siempre intento apresar
en mis poemas.
El otro día soñé
con que una tribu de caníbales me perseguía
y me daba caza.
Por suerte
recurrí al viejo truco de las películas malas:
-Eh, tíos. No me comáis.
Os prometo que tengo mal sabor.
Mi carne está llena de nudos
y siempre tengo pinzamientos en la espalda.
Cuando mi fisio
me toca en el cuello
pienso en el funeral de mi abuelo
y en el miedo que me da
perder mi trabajo y quedarme sin dinero.
Así que,
en serio.
no me comáis.
Mi carne debe saber
a demasiadas dudas,
a demasiadas humillaciones
y a demasiadas cuentas pendientes.
Nunca te digo que te quiero
pero te cuento mis sueños
y mis temores
como si fuéramos compañeros de viaje
y yo estuviera partiendo mi pan contigo.
Nunca te digo que te quiero
porque lo que siento
siempre es un poco menos
o un poco más
que simplemente amor.
Dejémoslo en esto:
Una ventana
es el futuro
y podemos intentar
mirar a través de ella juntos.