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A Andrea y a mí nos encanta hacer la compra juntos. Borges decía
que no hay nada menos material que el dinero, que las monedas no eran
monedas, sino posibilidades. Andrea y yo somos felices comprando
verduras para la ensalada, salsas para la pasta y otras menudeces
comunes y corrientes, porque nunca se trata de menudeces comunes y
corrientes, sino de formas asequibles de planearnos juntos.
El otro día, precisamente, salíamos del Súper cuando Andrea me dio
un apretón en la mano:
-Mira, mira ese cartel. Ay, pobre pájaro.
El cartel rezaba esto:
Me llamo Mark. En este cartel fotocopiado en blanco y negro no
puede apreciarse, pero soy un agapornis de plumaje rojo y verde muy
bonito. Mi dueño me está buscando por el barrio. Sé mi nombre, así
que si me llamas puede que me acerque a ti para ver si me das comida.
Mi dueño no tiene demasiado dinero, así que no puede ofrecer una
recompensa, pero si me ves por el barrio, por favor, ¿podrías
llamar al número de teléfono que aparece aquí debajo?
Gracias
Gracias
PD Si me ves, puedes tentarme con un trozo de lechuga. Me encanta
la lechuga. Ñam.
Arrancamos una de las tiras con el número de teléfono móvil y
regresamos a casa. Andrea caminaba algo triste y ensimismada, yo la
vigilaba enternecido por su sensibilidad.
Al cabo de dos días vimos a Mark.
Andrea iba a tender la ropa en las cuerdas que tiene frente a su
ventana y allí se encontró con el agapornis. Me pidió que le
llevase un trozo de lechuga, quizá si se la enseñábamos a través
del cristal, llamaríamos la atención del pájaro y no echaría a
volar asustado al abrir las ventanas.
Funcionó.
Mark dio un salto grácil al marco de la ventana y estuvimos dándole
lechuga durante un rato. Después de deleitarme unos minutos viéndole
comer lechuga, me fui a rebuscar por los bolsillos de los tejanos y
de la chaqueta la tira de papel con el teléfono de contacto que
aparecía en el cartel.
Marqué el teléfono y Andrea me pidió que pusiera el manos libres.
Lo hice. El tono de llamada comenzó a sonar con nuestros corazones
en vilo. Mark seguía apoyado en el marco de la ventana, mirándonos
mientras ladeaba la cabeza, con esa forma de mirar que tienen los
pájaros que siempre parece decir qué raros son los animales que
viven fuera de mi jaula.
Transcurrieron cuatro tonos de llamada y entonces ocurrió. No sé
por qué nos afectó tanto a ambos. Los dos conocíamos a alguien a
quien ya le había pasado algo así, y tanto Andrea como yo sabíamos
que podíamos escucharlo en cualquier momento cuando llamásemos a
alguno de nuestros amigos. Aun así, nos dejó helados escuchar la
grabación con el comunicado oficial.
Lo sentimos mucho. Lamentamos comunicarle que la persona a la que
trata de localizar sufrió una transformación el pasado 18 de abril.
Si quiere más información, le recomendamos que marque el número…
Andrea se tapó la boca con la mano y sufrió una breve convulsión
de sollozo. La abracé. Pasados unos segundos, mi novia lanzó una
mirada a la ventana buscando a Mark. El pájaro seguía allí,
mirando sin comprender, irradiando, involuntariamente, esa alegría
de los tonos tropicales que festoneaban su plumaje de agapornis.
Andrea se acercó a Mark con más lechuga en la mano. Mientras el
pájaro picoteaba la jugosa comida, ella comenzó a explicarle en voz
baja lo que le había pasado con su dueño.
Yo amo a Andrea por cosas así.