Soy 35 septiembres
mal apilados
en un barrio normal y corriente
sobre el que surcan los aviones.
Me es imposible
pasar más de cinco minutos
sin pensar en dinero
o en la muerte.
Los que me conocen,
aseguran que mi única manera
de huir del invierno
es preparándome
infusiones muy calientes.
No me gusta mi trabajo.
Es imposible que me guste ningún trabajo.
De pequeño soñaba
con trabajar con un megáfono
anunciando el nombre
de los niños que se perdían
en los grandes supermercados.
Pero ya no me gusta la gente
y ahora me da igual
si los niños perdidos
jamás se reencuentran con sus madres.
Y sin embargo
aún me estremezco de pena
cuando percibo que la juventud
se escapa de las sartenes de mi casa
a medida que les va desprendiendo el teflón.
Estoy tan enfadado y tan vivo.
A veces, en la sombra,
noto cómo las uñas me quieren crecer salvajemente
a pesar de este paisaje
de columpios precintados
y de gente penosamente
disfrazada de cirujano.
mal apilados
en un barrio normal y corriente
sobre el que surcan los aviones.
Me es imposible
pasar más de cinco minutos
sin pensar en dinero
o en la muerte.
Los que me conocen,
aseguran que mi única manera
de huir del invierno
es preparándome
infusiones muy calientes.
No me gusta mi trabajo.
Es imposible que me guste ningún trabajo.
De pequeño soñaba
con trabajar con un megáfono
anunciando el nombre
de los niños que se perdían
en los grandes supermercados.
Pero ya no me gusta la gente
y ahora me da igual
si los niños perdidos
jamás se reencuentran con sus madres.
Y sin embargo
aún me estremezco de pena
cuando percibo que la juventud
se escapa de las sartenes de mi casa
a medida que les va desprendiendo el teflón.
Estoy tan enfadado y tan vivo.
A veces, en la sombra,
noto cómo las uñas me quieren crecer salvajemente
a pesar de este paisaje
de columpios precintados
y de gente penosamente
disfrazada de cirujano.