Hace años que uso tapones de espuma para dormir.
Me molesta el ruido.
Me molestan mis vecinos
existiendo desconsideradamente.
Necesito no oír.
Necesito noche en mis oídos
para oír las cosas que leo.
Tantos años usando tapones,
y ahora voy
y me acuerdo de que mi abuelo
también los usaba.
Claro.
Él trabajaba en La Seda y
los turnos de trabajo
rotaban entre la mañana,
la tarde y la noche.
Aunque le tocara trabajar de noche
yo seguía yendo a comer a su casa.
Mi abuela, antes de repartirme la comida en el plato,
se llevaba el dedo índice a los labios
como una bibliotecaria afanosa
y susurraba:
Shhhh,
el yayo duerme.
Sin embargo, a veces,
después de comer,
antes de regresar al colegio,
yo abría la puerta de la habitación de mi abuelo
y lo miraba. Simplemente le echaba
mi mirada por encima;
como si quisiera despertarle
con la fuerza de mis ojos.
Y a veces lo conseguía,
pero en lugar de enfadarse,
mi abuelo se quitaba uno de los tapones de espuma,
encendía la lámpara de su cuarto
y me hacía un gesto
para que me acercara
a darle un beso.
Me molesta el ruido.
Me molestan mis vecinos
existiendo desconsideradamente.
Necesito no oír.
Necesito noche en mis oídos
para oír las cosas que leo.
Tantos años usando tapones,
y ahora voy
y me acuerdo de que mi abuelo
también los usaba.
Claro.
Él trabajaba en La Seda y
los turnos de trabajo
rotaban entre la mañana,
la tarde y la noche.
Aunque le tocara trabajar de noche
yo seguía yendo a comer a su casa.
Mi abuela, antes de repartirme la comida en el plato,
se llevaba el dedo índice a los labios
como una bibliotecaria afanosa
y susurraba:
Shhhh,
el yayo duerme.
Sin embargo, a veces,
después de comer,
antes de regresar al colegio,
yo abría la puerta de la habitación de mi abuelo
y lo miraba. Simplemente le echaba
mi mirada por encima;
como si quisiera despertarle
con la fuerza de mis ojos.
Y a veces lo conseguía,
pero en lugar de enfadarse,
mi abuelo se quitaba uno de los tapones de espuma,
encendía la lámpara de su cuarto
y me hacía un gesto
para que me acercara
a darle un beso.