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De puntillas

Estoy pasando de puntillas
por sobre la muerte
de mi padre.

Supongo que no quiero hacer ruido.
No quiero despertar ninguna fuerza
ni caerme por ningún abismo. 

Me digo que me da igual
que este hombre
se haya muerto.

Y es cierto.
Me da igual
que haya fallecido
este último padre mío.
Este padre mío
que se parecía tanto a una tortuga:
calvo,
fuerte,
sin dientes
y con una lentitud
que se parecía demasiado
a la tristeza.

Hoy los de la funeraria
me han enviado un sobre
con sus pertenencias:
solo había un reloj
y una cartera
con una foto de su madre
y con otra foto de él
sonriendo ante la cámara.
Una foto de él tomada antes
de que le ocurriera todo:
antes de ir a la mili
y de perder el pelo
y de casarse con mi madre
y de ser mi padre
y de perder a mi madre
y de perder su empleo
y de perder todos sus dientes
y de perdernos a todos
y de perdérselo todo.

Estoy pasando de puntillas
por sobre la muerte de mi padre
porque me da igual
que este último padre mío haya muerto,
pero no me da igual
que haya muerto
el hombre que me cogía de la mano
y me llevaba a la feria
cuando mi madre me decía
que le dolía demasiado la cabeza.

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