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El plato está en la mesa

Dime que te encanto.
Tú a mí me encantas.

Nuestro amor
es como Messi
cuando se queda en el banquillo:
inquieto, prometedor
capaz;
ve el terreno de juego
y sabe las maravillas que podría realizar
si lo sacaran ya de
una vez a jugar.

Pero es que tú y yo
¿por qué tenemos que meter
nuestro amor en la nevera otra vez?

Si deberíamos estar juntos, si deberíamos,
de una vez por todas,
financiar nuestra historia.

Salvémonos la vida
la próxima vez que nos veamos.
Lo único que necesitamos saber sobre nuestro futuro
es que seremos como el resto de luces:
al oscurecer
brillaremos.
Cansémonos de estar prohibidos y
entonces estar juntos
será como estar
más fecundos e inspirados.

Sé mi pan de cada día.
Yo quiero una vida contigo. Una vida normal, precocinada;
un día rompemos un plato
y al siguiente
vemos cómo reluce el sol en la terraza.

Barramos juntos nuestra casa.
Digamos que falta papel higiénico.
Echemos una carrera a ver quién
se cepilla más rápido los dientes.
Dejemos que la tele
nos hable mientras cenamos y dejemos
que sus programas absurdos
le prendan fuego a nuestros pijamas.

Quiero asaltarte,
arrinconarte en cualquier parte de nuestra casa
y decirte: miau,
hoy estás muy guapa.

Si alguien pregunta
por nuestros asesinatos
declaremos que somos felices
cuando estamos juntos.

Contémonos nuestros sueños,
mostrémonos el uno al otro
nuestro arsenal de cuchillos:
ahora lo que necesitamos
es montar un negocio legal
para poder blanquear
nuestros pasados más tristes.

Nada está listo. Nadie está preparado pero
el plato está en la mesa,
¿vamos a dejar que se enfríe?

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