Acabo de hacerme miembro
de ese selecto club de gente
que presiente la lluvia
en su propio cuerpo.
En mi infancia
siempre me parecía cuento
que mi madre se llevara
las manos a la rodilla
y nos dijera con voz quejumbrosa:
Va a llover.
El otro día fui yo
quien se llevó
las manos a las cervicales
y con una voz
todavía más parecida a la de mi madre,
le dije a Andrea
de ese selecto club de gente
que presiente la lluvia
en su propio cuerpo.
En mi infancia
siempre me parecía cuento
que mi madre se llevara
las manos a la rodilla
y nos dijera con voz quejumbrosa:
Va a llover.
El otro día fui yo
quien se llevó
las manos a las cervicales
y con una voz
todavía más parecida a la de mi madre,
le dije a Andrea
que no saliera
sin paraguas a la calle.
Hace poco
estaba en un bar
con un amigo.
Él me contaba algo importante
sobre su vida
y yo apoyaba mi cara
pinchándome la mejilla izquierda
en el dedo corazón
de la mano izquierda.
Mi amigo continuaba hablando
y yo le escudriñaba
achicando los ojos
y asintiendo.
Hace poco
estaba en un bar
con un amigo.
Él me contaba algo importante
sobre su vida
y yo apoyaba mi cara
pinchándome la mejilla izquierda
en el dedo corazón
de la mano izquierda.
Mi amigo continuaba hablando
y yo le escudriñaba
achicando los ojos
y asintiendo.
Y entonces supe
que mi rostro
se estaba superponiendo
al rostro que siempre adoptaba mi padre
cuando escuchaba
a sus amigos en los bares.
Esa cara que él ponía siempre
de hombre
que se quedaba sin paisajes
mientras se metía completamente
en lo que le estabas explicando.
que mi rostro
se estaba superponiendo
al rostro que siempre adoptaba mi padre
cuando escuchaba
a sus amigos en los bares.
Esa cara que él ponía siempre
de hombre
que se quedaba sin paisajes
mientras se metía completamente
en lo que le estabas explicando.