Da igual que acabara de ducharme,
que me pusiera mi mejor ropa
y que me echara
un buen chorro de colonia.
En el entierro
de mi abuelo,
todos me recuerdan
como si mi trajera estuviera
lleno de agujeros de bala.
A mí no me parecía
que se hubiera quedado dormido:
los de la funeraria
cometieron el error
de enterrarle sin gafas,
desnaturalizándolo,
sumergiéndolo en una siesta de porcelana
que era imposible
que se pareciese a la vida.
Más bien,
mi abuelo muerto
se parecía
al hipersueño de los astronautas
en las películas de ciencia ficción,
cuando les congelan
para que su periplo sea más corto,
y, sin embargo,
que me pusiera mi mejor ropa
y que me echara
un buen chorro de colonia.
En el entierro
de mi abuelo,
todos me recuerdan
como si mi trajera estuviera
lleno de agujeros de bala.
A mí no me parecía
que se hubiera quedado dormido:
los de la funeraria
cometieron el error
de enterrarle sin gafas,
desnaturalizándolo,
sumergiéndolo en una siesta de porcelana
que era imposible
que se pareciese a la vida.
Más bien,
mi abuelo muerto
se parecía
al hipersueño de los astronautas
en las películas de ciencia ficción,
cuando les congelan
para que su periplo sea más corto,
y, sin embargo,
todos saben
que algo pasará
y se fastidiará el viaje.
Además de eso, yo sabía
por la serie de A dos metros bajo tierra
que a mi abuelo
seguramente le habían quitad la dentadura postiza
y le habían rellenado la boca
con algodón.
Delante de su féretro,
me vino un pellizco de sonrisa
y de ganas de contarle a mi abuelo
que por su culpa
me estaba acordando
de Marlo Brando en El Padrino
en mitad de un funeral.
Además de eso, yo sabía
por la serie de A dos metros bajo tierra
que a mi abuelo
seguramente le habían quitad la dentadura postiza
y le habían rellenado la boca
con algodón.
Delante de su féretro,
me vino un pellizco de sonrisa
y de ganas de contarle a mi abuelo
que por su culpa
me estaba acordando
de Marlo Brando en El Padrino
en mitad de un funeral.