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Estudio del sueño

Ronco.
Como siempre ha roncado mi padre.
Como siempre han roncado
todos los hombres que conozco.
Cuánto odiábamos a mi padre en mi casa
por cómo roncaba.


A Andrea ya no le hacen gracia
mis chistes, mis explicaciones;
yo ronco por las noches
porque me transformo
en una pesada locomotora
que recorre el país de los sueños.

Ella dice que el problema no es solo
que haga ruidos,
sino que pido ayuda:
que me comporto
como alguien que pide socorro
mientras se ahoga
en medio del mar.

Ella ya debería saber
que yo siempre me duermo a contracorriente.
Sin descansar.
Sin llegarme a creer nunca
que la paz de dormir existe
y sirve para descansar.

He ido al médico
y ya me han citado
para hacerme un estudio del sueño.

Me costará dormirme en el hospital.
Me costará dormirme con esos tubos puestos.
Me costará dormirme en mitad de la tristeza
que emanan los televisores
que funcionan con monedas.

¿Y para qué? Si ya sé qué es
lo que va a pasar.
Iremos juntos a recoger los resultados.
El doctor nos mirará,
lanzará un suspiro,
se quitará las gafas
y romperá el sobre con las pruebas:
Esto es insólito. Nunca en toda
mi larga carrera
había visto algo así;
me temo
que lo que aquí está ocurriendo
es que Iván ronca por las noches
porque se transforma
en una pesada locomotora
que recorre el país de los sueños.

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