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Cuando murió el 'Yama'

Yo, que tuve una infancia
iluminada por mis abuelos
y ensombrecida por mis padres,
recuerdo el día
en que murió el ‘Yama’.

El ‘Yama’ era un amigo de mi abuelo.
Era muy deportista
pero estaba muy gordo
y eso
nos causaba asombro a todos.

Yo lo que más recuerdo de él
es que tenía una nariz gorda y partida,
como la de Juan Marsé.

El ‘Yama’ no era
como los demás viejos del barrio,
no veía el fútbol
ni bajaba al bar
a tomar chatos de vino.

Nunca supe si su apellido
comenzaba por ‘Ll/Yama’,
o si lo llamaban ‘Yama’
porque su bicicleta era una Yamaha.

Cada mañana
el ‘Yama’ agarraba su bici
y se iba
desde su casa
hasta la playa.

Mi abuelo, que hacía lo mismo
pero caminando,
cuando el ‘Yama’ le pasaba de largo con la bici siempre 
le gritaba:
‘¡Yama, deja la bicicleta
y vente conmigo andando!'

Y entonces con una mano
le decía a su amigo adiós,
y con la otra
se daba palmadas en la panza
como si fuera un tambor.
Si estábamos juntos,
mi abuelo
me daba un codazo y me decía:
Qué gordo está el ‘Yama’, ¿eh?

Yo, que tuve una infancia
iluminada por mis abuelos
y ensombrecida por mis padres,
recuerdo el día
en que se murió el ‘Yama’;
ese día
mi abuelo no dio su paseo hasta la playa,
sino que se quedó en casa
limpiándose las gafas todo el rato.
Juntando los labios 
como para silbar,
pero sin hacer música.

Aquella mañana
habían encontrado
el cadáver del ‘Yama’
en la carretera,
junto a su bicicleta,
un poco antes de que pudiera
alcanzar la playa.

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