Cuando era niño,
alguien me dijo
que los caracoles
se quedaban dormidos
en cualquier sitio.
Ahora, de adulto, sonrío
cuando los veo coronando
postes de madera,
o arremolinándose en torno
a los tapacubos de los coches.
Mi abuelo iba al campo
y los cogía a montones.
Los metía en un barreño
y trazaba un círculo de sal
para que no se escaparan.
Yo observaba con asco y pena
cómo los caracoles retrocedían
y cómo retorcían sus antenas
cuando tocaban la sal.
Dicen que mi abuela los hacía muy bien.
Yo nunca los probé.
Solo una vez,
el caldo,
mojando pan.
alguien me dijo
que los caracoles
se quedaban dormidos
en cualquier sitio.
Ahora, de adulto, sonrío
cuando los veo coronando
postes de madera,
o arremolinándose en torno
a los tapacubos de los coches.
Mi abuelo iba al campo
y los cogía a montones.
Los metía en un barreño
y trazaba un círculo de sal
para que no se escaparan.
Yo observaba con asco y pena
cómo los caracoles retrocedían
y cómo retorcían sus antenas
cuando tocaban la sal.
Dicen que mi abuela los hacía muy bien.
Yo nunca los probé.
Solo una vez,
el caldo,
mojando pan.